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Consuelo García del Cid Guerra

perder el norte cuando el sur no existe

Existe un momento exacto en el que uno puede perderlo todo. No siempre es cuestión de suerte o se debe a los muchos errores que se puedan llegar a cometer. No necesariamente se trata de personas de un entorno social concreto. Depende de las circunstancias, de los lugares, situaciones y compañías que decidimos unir al camino de nuestra existencia. Es fácil dejarse llevar y mucho más perderse. Uno no lo sabe cuando sucede. Es un proceso sin aviso, confuso, lento y peligroso. Parte de la zozobra en situaciones personales que se arrastran como serpientes dando la vuelta a todo lo que nos rodea. Se sabe cuándo aparecen, pero nunca hasta dónde llegan.

Complicarse la vida es algo muy común. Se hace por sentimientos, por intereses, por formas de pensar. Nadie es dueño de su propia historia y la historia de cada uno está hecha de muchas personas. No sabemos la trascendencia que puede llegar a tener un encuentro fortuíto, una conversación o una mirada. Podemos pasar de largo o detenernos, aún sabiendo que algo irreparable y sin vuelta atrás puede cambiarlo todo.

En realidad, es que tenemos una gran necesidad de cambios. A una edad determinada o por una situación concreta. Nada es estable, no existe el “para siempre” como el “nunca jamás”, de persona a persona. Sólo el tiempo es el verdadero dueño de las cosas.

Ese es el comienzo del desorden y lo que se llama “perder el norte”. Se pierde de forma más contundente si nuestra existencia es, hasta ese momento, correcta y estructurada. Es decir, si no se depende de nadie, si estamos sanos, si trabajamos y tenemos unos ingresos fijos que nos permiten sufragar los gastos y si vivimos en un entorno familiar mínimamente entendido como tal. De hecho, cuando una pareja se separa, ya se produce un desorden, tanto interior como exterior, y cuesta mucho volver a recomponer las piezas rotas. Termina el antes y comienza un después, pero con medio camino recorrido a cuestas . Es cuando se empieza a tener más pasado que futuro.

No es partir de cero, supone acarrear lo ya vivido, lo que hemos sido, lo que se ha hecho bien y mal, lo que forma nuestro equipaje de recuerdos. Tomar distancia de ello y ser objetivo es muy complicado. El tiempo nos pasa factura en la cara y en el alma. Hasta los más descreídos tienen un gesto determinado. La desesperanza, la lucha y la locura, tienen mirada. Todos los estados de ánimo se reflejan en la piel y en el cuerpo.

Nuestra historia no depende únicamente de nosotros mismos. La suerte no siempre juega un papel fundamental. El corazón nos traiciona constantemente y la razón lucha de forma incombustible contra la realidad. Queremos ser reales. Queremos vivir en paz. Queremos una familia, una casa y un trabajo. Queremos que nos quieran.

Se puede perder la familia, y a raíz de ello perder el trabajo, y después la casa. Se puede romper toda nuestra estructura, la que nos hace aparentemente respetables, y se puede acabar en la calle. Hay un paso definitivo que me recuerda mucho a las procesiones de los encapuchados de la semana santa. Es un paso silencioso, grave, determinante y demoledor. No es perceptible, viene de dentro. Es el principio del fin.

Tengo un amigo en la calle, otro a punto de estarlo y otro merodeando casas de colegas hasta que se cansen de él definitivamente y termine también en la calle. Sus distintas trayectorias tienen mucho en común : Alcohol, en dos de los casos, y transtorno mental en uno de ellos. Ninguno de los tres lo reconoce. Arrastran su biografía como un fardo pesado con el que ya ni ellos mismos saben cargar. Piensan que la vida es injusta, que el resto de los humanos somos una mierda y que no se reconoce su sabiduría ni su valía personal ni profesional. Por algunos de sus actos han dejado de ser personas y hace mucho tiempo que no tienen profesión, son un lastre, un problema y una pena. Solución? Parte de ellos mismos. Ayudas? Las estatales sólo les procurarán albergue de vez en cuando y los comedores sociales de Teresa de Calcuta les darán de comer una vez al día. Amigos? Casi ninguno. Los perdieron a todos al mismo tiempo que perdieron el norte.

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