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Consuelo García del Cid Guerra

PEPE OCAÑA

 

 

http://www.youtube.com/watch?v=REXYF32Z76E

 

 

http://www.youtube.com/watch?v=naoFo-s4ktI

Pepe Ocaña fue el verdadero orgullo gay antes de que la frase existiera como definición de homosexualidad admitida en una España transitoria donde ciertas cosas antes inimaginables se asomaban al balcón de la vida.

Se paseaba por las ramblas vestido de chulapa madrileña, con el pañuelo blanco y un clavel rojo en el centro. Su traje de azul de lunares blancos y el abanico que agitaba maravillosamente, sorprendía a todos los viandantes. Cuando Pepe comprobaba que le miraban, se levantaba la falda y enseñaba su trasero desnudo.

Acostumbraba a desayunar en el Bar del Pí, donde le conocí.

 Convirtió su pequeña mesa en un lugar único donde se generaba la tertulia. Todos querían conocer a Ocaña, antes y después de que Ventura Pons rodara “Ocaña, retrat intermitent”, una película para él , donde hablaba sin tapujos sobre su vida. Pintaba unos cuadros enormes tipo naif, llenos de colores, plasmando la misma alegría que él emanaba. Su casa de la Plaza Real era como el metro, entraba y salía todo el mundo .

Estuvo detenido por escándalo público junto con varios actores del grupo teatral Joglars.

Jaleó y llenó de colores una Barcelona que empezaba a renacer.

Se desnudó en unas jornadas libertarias recitando poemas. Había que tener mucho valor para hacerlo entonces ó ser un gran provocador. Pepe era las dos cosas.

Gritaba cuando se encontraba con alguien : “Ayyyy déjame que grite porque esto es demasiaooo”, gritaba cuando algo le hacía gracia. Era un alarido permanente , la diversión personificada. Y se fué , divertido , un 23 de Agosto de 1983, disfrazado de sol en las fiestas de su pueblo. Una bengala incendió los materiales frágiles que le adornaban y  murió abrasado. Pocos días antes había escrito en su diario: “El 15 de Agosto, la fiesta de la Asunción, sale la reina de los cielos por la calle, todo el pueblo se llena de fiesta, es maravilloso: Hay flores por todas partes, trescientas niñas con alas de plumas y cestos de flores, la banda de música y esa virgen barroca...Como andaluz me fascinan los cementerios, las tumbas y las mujeres cuando lloran. Cuando alguien moría. Íbamos a ver el muerto en el ataúd”.

Todavía, en la que fué su casa de la Plaza Real, quedan unos ángleles pintados por él en las paredes. Sus cuadros, una explosión de colores, eran como él. Naif y salvaje, provocador, escandaloso, auténtico y homosexual. Pepe ha sido el primero y el verdadero orgullo gay. Creó su propio ambiente privado cuando no existían los lugares “de ambiente”. Movía el abanico como nadie, porque era aire puro y fuego eterno.

 

 

Pepe fue un auténtico personaje mediático, también antes de que la frase existiera.. Como todo lo bueno, duró muy poco.

No conozco a nadie más que haya muerto disfrazado de sol. Sólo a Pepe Ocaña.

 

 

 Y no creo que descanse en paz, porque debe estar liando una fiesta monumental con Lola Flores.

 

 

HOY SERA NOTICIA / ANDRES RUIZ

Siempre con las víctimas
EL MUNDO. 1999.


JAVIER VILLAN

Hoy se presenta en el Ateneo de Madrid una obra maldita, de un autor maldito, sobre un personaje maldito: Ocaña, el fuego infinito (Edic. SGAE). Pepe Ocaña, el maricón de las Ramblas; el pintor transido, el ser humano cabal, el libertario y el provocador incendiario. A esos fuegos del alma, sobre todo, alude el barroco drama de Andrés Ruiz. Ocaña murió incendiado, literalmente, en su pueblo andaluz de Cantillana; regreso del emigrante triunfador. El fuego infinito obtuvo en l987 el Premio Calderón de la Barca y ha sido representada con éxito clamoroso en Cuba bajo la dirección de Nelson Dorr. Se publicó por primera vez en España en l989 en los cuadernos de El Público. Pese a todo, ni Ocaña ni ninguna de las demás obras de Ruiz han tenido acceso a los escenarios españoles. Emigrante fugitivo de Franco y de las hambres andaluzas. Residió en Suiza desde l951 a l977 y no tiene buen recuerdo de esos años. Claro que peor hubiera sido quedarse. «Una explotación sin piedad. Eramos tratados como una mercancía de bajo precio». Su teatro, en línea ascendente desde el realismo/naturalista a la barroquización metafórica, es un documento atroz de la sociedad española. Las penalidades, el terror, una especie de infierno envolvente y autobiográfico empapa la inconclusa obra de Andrés Ruiz. Seis meses se pasó en la cárcel por propaganda ilegal, cuando cometió el error de venir a celebrar el Premio de Teatro del Festival de Moscú (l963).

 

A raíz del estreno en TVE de Vidas en blanco (l982), Rodríguez Méndez escribió: «Cristos desgarrados, beatería, represión sexual, señoritismo venido a menos». Una bocanada de aire fresco. La obra que hoy se presenta tiene algo de todo eso. Pero a lo de aire fresco hay que darle otro significado: valor para la provocación. Algo involuntario en Andrés Ruiz. Y consustancial. No en vano, exiliado del teatro, ha sido «friegaplatos en Ginebra, minero en Liege, albañil en París y empleado en la OIT». Mas lo que verdaderamente es, autor de teatro.

 

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