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Consuelo García del Cid Guerra

GLENN

Te recordaba como a alguien permanentemente alegre. Y pensé que seguirías así. Seguramente es cierto. Aquella inmensa masia de Pals, tan exquisitamente decorada. El piano. Los patios donde tu mujer cocinaba durante horas para todos nosotros con tanta dedicación. Las largas sobremesas. Los niños jugando en el jardín mientras se apuraba la ultima copa. Y tu siempre riendo, Glenn. Siempre contando chistes y sacando punta al disparate haciéndolo entrañable. Ocio, proyectos, negocio…retirado del mundanal ruido para vivir tu vida en paz. Empresarios, banqueros, amigos, socios …que largos atardeceres cuando la mesa nunca se deshacía y terminábamos sentados a la hora de cenar para continuar la tertulia.

Hoy he preguntado por ti. Te perdí de vista hace mucho, y ahora se que nunca podremos vernos de nuevo. Tu mejor amigo me ha escrito esto:

 

“… un Parkinson lo empezó a maltratar cuando ya había decidido irse a vivir a Cuenca, con su mujer.

Lo hicieron, y a  los dos años, murió. Pero las grandes personas como él, viven eternamente en el corazón y en la risa de otra gente.

Esa, y no otra, es la famosa vida eterna.”

 

 

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