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Consuelo García del Cid Guerra

REBELION

Tengo un amigo al que considero muy inteligente. Hablamos de vez en cuando, seguramente no todo lo que quisiéramos, debido a las obligaciones y prisas cotidianas. Sin embargo, la comunicación siempre resulta justa y necesaria. Desde que empezó esta maldita crisis –hecho que no sabría precisar con fechas concretas- , he hablado con media ciudad. La conocida, la desconocida y la ignorada. Uno expone sus puntos de vista a la par que su personal desesperación mientras se caen las empresas como castillos de naipes .El limite, como los principios, tiene su origen. En muy pocos meses han degenerado los conceptos, se han plasmado los números rojos y tanto el Rai como el Asnef forman parte de algo asumido. El moroso ya no se avergüenza ni se amedrenta, crece como si de una nueva vida se tratara asumiendo un estado plano de languidez llorica midiendo las fuerzas para salvar lo último o lo único. La responsabilidad de la banca queda sutilmente descrita en artículos de economía, discursos gubernamentales y excusas varias en nombre de los créditos concedidos en nombre del santo ladrillo. Nuestro gobierno es cualquier cosa menos socialista. Aquí se ha convertido en terrateniente al ciudadano mileurista, se le ha sobre endeudado conscientemente, hinchando una pelota que antes o después tenia que reventar. Aquel fin de siglo que aunque pertenece ya al pasado no deja de estar a la vuelta de la esquina, nos volvió a todos locos dejándonos hacer, dando de donde no habría, planteando un futuro tan incierto como esta flagrante y cruda realidad.

Es la segunda vez que escucho en boca de alguien inteligente la palabra “revolución”. Su verdadero significado me excita porque la creo necesaria. La juventud saldrá a la calle en el momento en que empiece a tener carencias, pero la suya será una protesta distinta. Se trata de revueltas que nos corresponden a los llamados “mayores”, los del medio siglo a cuestas de irregulares biografías, tanto personales como profesionales. Los que en nuestro curriculum vitae detallamos el pasar de los años con demasiados nombres y excesivas fechas, a los que ya se nos ve el plumero, los que vivieron a derecha e izquierda y viceversa. Y los otros, los del lado oscuro, los resistentes.

Si hay que salir a la calle no nos van a importar las cervicales, las artrosis o las migrañas. Si hay que salir, se sale. Desconozco el efecto y no puedo, a bote pronto, imaginarlo. Porque a nosotros no nos la dan con encerronas como la del Plan Bolonia, por ejemplo. Sabemos organizarnos. Basta con recordar un poco, determinar rutas y marcar consignas. Nuestra juventud no esta preparada porque se lo hemos dado todo basándonos en el mismo error que los bancos pero en petit comité, que los trapos sucios se lavan en casa. Y que hermosa lavandería la nuestra. Se lo hemos financiado todo y ahora no podemos seguir pagándoles. Cuidado porque algunos lo mismo nos denuncian. Muchos de ellos votaron a la derecha porque querían “un cambio”, y se quedaron con el de los bigotes, como si de un enhiesto maniquí inofensivo se tratara. Con Franco nos revelábamos mejor. Fue un dictador bajito y poco afortunado, pese a las grandes fortunas que supo amasar. Dijimos NO porque era que No. La policía asesina lo era desde el principio de sus tiempos. Pero ahora es democrática, como se autodenomina socialista el partidazo que no lo es, ni en el fondo ni en sus formas. Menudo engañabobos, porque somos el atajo de bobos mas inmenso de la historia puesto que nuestra memoria no deja de enviarnos mensajes de texto en un contexto confuso. Las mieles del éxito ya no son dulces, el dinero nunca fue de plástico y el cash se extingue.

                                                          “Mi caasa, teleeefono”. Que dineral pagamos mensualmente por ambas cosas. Y encima nos toca poner los cojones. Porque somos nosotros, si. Nosotros. Deuda sobre la deuda cuando el banco se quede con los pisos. Alquileres incómodos como los de antaño, recordándonos que nunca fuimos nadie pero casi tenemos algo. Un saco lleno de agujeros. Demagogia, silogismo y sofisma. La rebelión siempre debió ser permanente, como dice el bueno de Llach. La culpa es nuestra por creer en los cuentos . Nunca fuimos del todo felices ni comimos perdices. No pasa nada. Si hay que asaltar la calle, se asalta. Rescatamos la chaqueta de pana, las bufandas rojas y el pasamontañas negro.

 

http://www.youtube.com/watch?v=Bd6wYjLbqG8

 

 

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