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Consuelo García del Cid Guerra

I- Real

http://www.youtube.com/watch?v=SAfobv844Gw          

 

 

Los cambios no considerados “radicales” por su longitud en el tiempo están llenos de errores cuando se trata de plantar el polo opuesto. Este país padece sus decisiones, costumbres y alteraciones en los asuntos más fundamentales, arraigados y anteriormente “sagrados”. Me explico : Lo que antes fue un pilar, ahora se encuentra empapelado de certificados de apostasía, por ejemplo. Las mujeres otrora abandonadas por sus maridos se mataban a trabajar como bestias para sacar adelante a los hijos ellas solas, mientras el tipo jamás se responsabilizaba de sus deberes paterno filiales. Ahora, si el hombre esta en el paro y no puede pagar la pensión, se va directo al trullo. Para que se aceptara una denuncia por malos tratos, había que presentarse con las tripas fuera y los dos ojos morados. Ahora, algunas mujeres llegan a autolesionarse y presentan denuncias falsas.

En los colegios se aplicaban los castigos más severos, a hostia limpia, todo estaba prohibido y lo que no lo estaba era pecado mortal. Ahora los alumnos pegan a los profesores, siembran el pánico en clase, se organizan en bandas y hasta van armados.

 

Se ha pasado del famoso “la mate porque era mía” a “te mato igualmente y después me suicido”. ¿Existe mas violencia domestica antes que ahora, o simplemente es que ahora se sabe?

El hombre-varón-macho, esta muy despistado. Se le ha arrebatado el poder y pelea como gato panza arriba . Y es que no es fácil  pasar de ser “cabeza de familia” a pringado con antecedentes y orden de alejamiento. Tampoco se asume así como así el supuesto cambio de “sexo débil” a la igualdad de derechos en condiciones y sin rencor, con su uso y abuso. En el fondo, y a pesar de haber padecido la otra España, no basta una generación para dar carpetazo al pasado sin provocar una confusión mental considerable, porque cada uno es cada uno, y las miserias afloran con excesiva facilidad cuando se trata de hacerse con un lugar en el mundo. Quizá se trate de una cuestión simple : Educación y sensibilidad.

Ya no se puede achacar a lo marginal una realidad demasiado evidente, notable y creciente en cifras. Nuestros padres se horrorizaban ante las largas melenas y ahora nosotros nos horrorizamos ante la cabeza rapada de nuestro hijo. No necesito el catecismo para saber lo que esta bien y lo que esta mal, pero me asaltan infinidad de dudas. Pensemos en uno de los diez mandamientos, solo uno, por ejemplo : “No cometerás actos impuros”. Si a cualquier adolescente se le dice que tiene que rezar cuatro padrenuestros tras una masturbación, te denuncia o te ingresa en un psiquiátrico. Y es que el catecismo se ha convertido en el código penal, o puede que lo haya sido siempre, puestos a elucubrar. Una gran parte de los machitos actuales se ha matado a pecados solitarios noche tras noche, soñando con los placeres entonces ocultos y ahora reales como la vida misma, posados y desposados en manos de dulces hembras que han convertido a la mismísima Madame Bovary en una aficionada. Lo verdaderamente dramático de todo esto, es que al malvado se le sacuden las faltas, porque sabe hacer juegos malabares con la ley. Que los “buenos y buenas” (los hay) son una minoría poco representativa. Que se impone la fuerza del más fuerte, la condolencia tardía, los pésames cuando ya hay un cadáver, mientras vemos pasar vestido de Armani a nuestro peor enemigo, al ladrón y la ladrona, traidor y traidora, asesino y asesina, mentiroso y mentirosa.

 

 

 

 

 

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