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Consuelo García del Cid Guerra

Sensitivo

Sensitivo

…No puedo mas, escucho. No puedo aunque quiera, el cuerpo no me responde, mi conciencia tampoco. Se que no estoy perdido pero ignoro ya

el camino. Las calles tienen mayor afluencia de peatones con las manos en los bolsillos paseando su ocio. Ni siquiera se escucha lo de “vuelva ud mañana”. Se diría que hay mas pasado que futuro. El talante de posguerra sin una guerra oficial, ahorro desesperado, vivir necesitando, pensar en prescindir. Un libro. Tal vez un libro. Aquel en el que no nos detuvimos y duerme colocado a la izquierda de la estantería. Tal vez leer, escuchar , observar . Todo lo que no hicimos a costa de las prisas por el tiempo robado. Entonces estaban todas las cosas en su sitio. Feliz fin de semana, que frase tan odiosa. Los que han sido compañeros se perdieron en la agenda de papel. Ni siquiera les dimos la oportunidad de traspasarlos al teléfono móvil. Era gente de paso que no volviste a ver, y ahora te preguntas que habrá sido de ellos. Algunos han tenido la suerte del idiota. En sus vidas no pasaba nada, excepto los acontecimientos

naturales de su ciclo vital. No les recordamos especialmente, pero de pronto podría tratarse de un ejercicio interesante. Las horas vacías dan para mucho.

Si, eso me han dicho. Escribo para conservarme. Para no perder lo intimo y trabajar el alma. Recuerdo a Canducho. Era un niño muy pequeño, rubio y redondito. Me gustaba cogerle en brazos. Andaba siempre solo por la aldea.

El no sabía distinguir entre habitantes y veraneantes. Siempre estaba lleno de mocos. Desatendido. Yo le preguntaba una y otra vez : “Como te llamas?”, y el respondía : “Canducho”. Recuerdo también el día en que nació mi hermano pequeño. Las imágenes se me acercan con una luz transparente y protectora, como el cielo de Tánger. Una bandeja de pasteles y copas de champagne. La habitación olía a coco. Casi inmediatamente sentí un túnel negro. Era un lugar confuso donde todos lloraban. Yo no sabía lo que significaba estar muerto. Y nunca más volví a ver al abuelo. Lloraba en el colegio. La primera persona con forma de amiga se llamaba Marta, y tenia el pelo lacio. Rubio albino. Delgada y temblorosa. Quien me escribiría la primera postal, desde donde, por que …?

Anote en una cuartilla : “Dios no existe”, y la escondí en el armario, casi al mismo tiempo en que los partidos de fútbol entristecían y las iglesias se me antojaban incomodas. El ruido de las monedas sobre la bandeja. Un confesionario de madera noble siempre con el mismo cura. Cerraba los ojos cuando se escuchaban los cánticos. Lo sagrado era macabro. Lo macabro siempre quiso ser sagrado.

Descubrí demasiado tarde mi golosina favorita : El dulce de leche.

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