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Consuelo García del Cid Guerra

COTO MATAMOROS : ROPAS NEGRAS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La caída es siempre infinitamente mas dura cuando se ha tocado el perfil del cielo con las manos, queriendo y pudiendo, aprovechando una ocasión perfecta para llegar a ser conocido y reconocido. La fama y el dinero fácil se asemejan al maquillaje, en esas salas donde una profesional del brochazo atina con los colores mezclando la tez real con polvos compactos de todo tipo dando color a los pálidos y corrigiendo ojeras que ocultan los excesos. Acostumbran a eliminar el brillo de la nariz, efecto natural que se considera feo, incluso ordinario. Nunca he entendido el por que. Se aplica brillo a los labios, masculinos o femeninos, dando cientos de toques rápidos con la esponjita individual que termina en la basura. Nadie se ha parado a pensar que ese bártulo poco importante en apariencia ha robado la realidad de un rostro, lo ha borrado para ser expuesto al público por unas horas de gloria.

De esa gloria hablo ahora, procedente de un aplauso cautivador producto de la capacidad, el poder jaleador, ingenio y golpes de humor, amor, cinismo, escándalo, pudor , conocimiento y provocación. La mesa esta servida. A partir de una tertulia sobre cualquier tema actual –no importa demasiado-  pisando las palabras, alzando la voz con puñetazo incluido. Nos gusta más que la fiesta, asistimos, expectantes, a una función que siempre va más allá de la media tarde y concluye de noche, franja horaria donde acostumbran a suceder las cosas interesantes.

Anoche vi a Coto Matamoros, recién salido de la cárcel. Acudió a un programa de Antena3. Mucho más delgado. Serio. Sus labios forman una línea fina que se ha comido el grosor de la ilusión. Sentí que intentaba por todos los medios hacerse comprender desde el mismo medio en que se hizo famoso. Recibió una cornada tras otra en manos de algunos-as periodistas llamados “de investigación”, desesperados por dignificar una profesión que ya solo se encuentra en los puestos de despojos, sangre y arena. Toreros huelebraguetas que no aceptan metáforas ni citas literarias. No les interesa lo mas mínimo porque van a por el máximo peso pesado, kilos que casquería, miserias sin perdón, cicatrices ajenas como vocación y preguntas hirientes que pueden soldar para los restos verdaderos collares de impertinencias, improperios y envidias muy poco sanas. Lanzan al ruedo de los focos ese circo romano e inhumano, es pura lucha libre, boxeo feo en manos de algunos hombres y mujeres sin piedad. Tal vez esperaban una disculpa, de todas la mas absurda : “Perdón por no haberme matado”. Habría sido un funeral sentido, casi deseado. Puede que este hombre, como todos los hombres, haya hecho muchas cosas mal. Puede que en su intensa biografía quepa ya todo lo imposible. Tiene unas manos enormes y sus dedos son tan delgados como sus labios. Pero la cabeza y el corazón , que es lo importante, esta todavía por encima de muchos. Anoche me descubrió a David Cooper y su “Muerte de la familia”. Leopoldo Maria Panero dice en “El Desencanto” que “la familia es ese extraño espacio dramático donde empieza la guerra mas inútil y sangrienta: La guerra por ser yo, por lo que haría falta que el otro no existiera”.

Muchos se sorprenden de que escriba tanto sobre Coto Matamoros. De que le defienda y le ensalce ahora, justo ahora, cuando no hay “Crónicas Marcianas” y ya no es el personaje mediático por excelencia. Los mismos que le aplaudieron durante años y le reían todas las gracias ahora le fusilan por una forma de ser y de pensar, que es la misma de siempre. Ahora las “crónicas” son mías.

Coto es una buena persona y un gran amante de la justicia. Con el se ha cometido una inmensa injusticia. Ha pagado por ser quien es el más caro de los peajes. Quieren su desguace a toda costa. Lo querían incluso por encima del cadáver que en su momento puso en bandeja : Un suicidio anunciado con mas dolor que condena.

Anoche, insisto, me descubrió a David Cooper. Durante la emisión del programa, su hija mayor entro por teléfono para comunicarle que va a ser abuelo. “ Antes de que nos veamos, tienes que leer “La muerte de la familia”, le dijo. Nadie quiso entenderle. Yo si. He encontrado un magnifico poema de David Cooper que pertenece a ese libro. Probablemente esto y solo esto es lo que Coto quiso decir:

 

 

 

 

                             ROPAS NEGRAS

 

¿Por qué estoy de duelo, vestido de negro?
Duelo por las familias que tuve
por la locura que no tuve nunca
y ahora me permito
por la pérdida del amor en el mundo
por los destinos respectivos de mis padres
por el más pleno amor que conocí
y he destruido.
Pero por sobre todo estoy de duelo por
mi propia muerte
precisamente la misma muerte que vivo tenazmente.
Y estoy de duelo por la muerte del
amor en el mundo.
Y por la no-distinción entre la muerte y el amor
estoy de duelo por la no-distinción pero también
por el exceso de distinciones
estoy de duelo por mi propia incapacidad de
abrirme paso a través de todas las diferenciaciones del mundo
y hacer así del cosmos una sola actividad
estoy de duelo por la distancia aparente
de las estrellas y las galaxias porque no puedo encontrarlas
reunidas en un lugar que es mi corazón
que es el corazón del mundo.
Estoy de duelo porque los años luz que hay entre
nosotros y Andrómeda son un mito
en que la gente cree. Andrómeda está en nosotros y nosotros en ella.
Estoy de duelo por la escasez de una violencia
auténtica que nos libere asesinando
a la muerte, una violencia que amorosamente instale una bomba en
el corazón de la muerte.
Pero por encima de todo estoy de duelo por mi
propia muerte.
Aunque quizá sea esa otra mentira.
Quizá yo esté sólo de duelo.
Quizá yo solo esté.
Quizá yo pueda ser un ser que puede ser.
Pero quizás es sólo que estoy de duelo.
 

David Cooper
(De La muerte de la familia, 1971)

 

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