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Consuelo García del Cid Guerra

cena

Nadie es inocente e incluso algunos santos se les cae la aureola de plástico mientras el resto de la humanidad anda buscando sus auras, ahoras, energías positivas y demás. Pasmada cual fantasma ocasional me dejan tantas teorías invertebradas. ¿La cama orientada al norte nos hace dormir mejor o se trata de copular con fuegos artificiales ?..Es que me pierdo entre tanta teoría endiosada de nueva estampa, librito de autoayuda para los neurasténicos y flores de Bach ( ¿el músico tiene algo que ver?) cual gotitas de ácido inocuo mezcladas con esencia de pistilos, péndulo y mirada inquietante del conductor, que no toma precauciones para decirte que tras cada sesión van cien euros. Bueno, hoy toca. Hoy Fantástico Pérez lleva cafés con leche a unos sin techo. Se retira a sus aposentos, el besugo está en el horno y promete gula. Barquillos, turrones, salmón ahumado y solomillo al punto. Y por la noche, en lugar de las copas, misa de gallo. Fantástico Pérez es un hombre cristiano que nació pobre. Tanto, que en su casa, en aquel crucifijo de madera, su dios estaba ahorcado para ahorrar espacio, y el perro, antes de  ladrar, salía a la calle a inspirar y expirar, conservaba el aire en paquetes y consumía no más de lo prudencial. Era hijo de perra e hijo de perro, como sus amos, que en una extraña mutación genética tomaron formas humanas. La hija, María de la O ( qué desgraciaíta, gitana tu eres teniéndolo tó…te quieres reír, y hasta los ojitos los tienes moraos de tanto sufrir…maldito parné…). O, oh, su hija, emprendió el duro camino de la prostitución desde su más tierna adolescencia, y en navidad nunca le faltaron polvorones y pastelillos de gloria con final feliz. La chica, luchadora, organizó una casa de suelos alfombrados, cortinas coloradas y la tenue luz de antaño con la que tantos de nosotros nos metíamos mano en asientos de atrás. Qué lujuria apretada con sal de palomitas, condón asustadizo al corre que te pillo. Pasó de ser Fuencisla a bautizarse Nancy, y con el nombre puesto reprodujo sin  falta la profesión más noble, la antigua de este mundo: Azafata de amor. Fantástico papá lo vió con buenos ojos siempre y cuando acudiera con billetes usados que atrincherar nevera, despensa y armarito de latas de conserva. Así se conservaron, levantó patrimonio sin necesidad clara de contraer el idem, una vez rotos hímenes y vergüenza expulsada, Nancy se prometía una y cincuenta veces aprender catalán. En la mejor pared de una alcoba estrechada por tanto brazo hambriento y espumillón de plata, colocó un calendario que llamaron de adviento. Comía chocolate, expulsaba abluciones, hablaba de una forma difícilmente lógica, y su arco de triunfo aplaudía hasta el tuétano cada servicio dado, servidora, un placer. Cincuenta euros, baño de jabón rosa, sales de jazmín, violetas imperiales, usada y útil, gárgaras miserables a la clara de huevo, punto de nieve, requesón ajeno, cuentas que nunca salen al redimir lo obsceno. Un viudo entrado en carnes se ofreció a retirarla a cambio de dos hijos y un piso diminuto donde la periferia embardurna de humo toda visión posible. Y dueña de sí misma se hizo ama de casa. No le pedía mucho, sólo de vez en cuando paella de marisco y unos buñuelos dulces que sabían a niño. Fantástico fue suegro, abuelo y su padrino. Organizado el crimen una tarde cualquiera, acaso como ésta, sentados a la mesa antes del pavo, se miraron pacientes los unos a los otros, cortaron a cuchillo las nalgas  de su ave, y entre ciruelas pasas, limón y sacrificio, casi por bendecir, el viudo dijo : “gracias señor por vuestros beneficios…”

A lo que el gran Fantástico respondió : “No hay de qué darlas”.

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