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Consuelo García del Cid Guerra

FEDERICO GARCIA LORCA

No hay nada. No hay nadie. El poeta ha saltado por encima de la muerte, físico cadáver de cuerpo presente cuyos restos deberían estar en alguna parte, por largo que resulte nuestro ultimo viaje.

Pero no hay nada. No hay nadie.

Sucedió al alba del 19 de Agosto de 1936, en el Barranco de Viznar (Granada), donde se fusilo a mil personas. Federico García Lorca permaneció preso en el Gobierno Civil, donde fue interrogado hasta la extenuación. La mujer que le llevaba la comida, Angelina, pudo verlo vivo. Encima de la mesa, papel, pluma y tintero. Querían que Federico denunciara a otros compañeros (Fernando de los Ríos, entre otros, odiado por falangistas). Querían que Federico escribiera los nombres de todos sus amigos, le querían traidor, confeso y débil.

Fue mi primer poema, la primera verdad. “El lagarto esta llorando, la lagarta esta llorando. El lagarto y la lagarta, con delantalitos blancos…”. Era la fantasía sobre una belleza multicolor que elevaba palabras más allá de las cosas. Lo real se hizo escaso y yo quise saber el nombre del autor. “Federico García Lorca”, me dijeron. ¿Dónde vive? –insistí-.

-Ya no vive. Esta muerto.

-¿No comía?

-Te lo contare todo cuando seas mayor.

Pero nadie contaba exactamente como un mundo pequeño, ignorante y fascista asesino al poeta. Muchos años después, contemplando aquel programa de la 2, “A fondo”, Luis Rosales se negaba a responder preguntas comprometidas y repetía : “Siga usted”, que traducido al hoy significa esa expresión cobarde tan común : “Pasa palabra”. Los poetas no pueden pasar palabra. Son dueños del silencio sobre las mariposas, mensajeros de lo cierto, compromiso vital allí donde se encuentren.

Iglesia y Estado fueron a por Federico, escondido en el desván de los Rosales.

 

 

Los Roldán, primos de Federico García Lorca, fueron a quienes Valdés, gobernador militar de Granada tras el golpe de Estado, encargó las formaciones de "escuadras negras" para "hacer desaparecer a gente" de la zona, y quienes, según el documental, aprovecharon esta circunstancias para acabar con el poeta. "A Lorca lo mataron sus primos, lo dice en el documental Rafael Amargo", añadió el director”.

(Publicado por “Granada Hoy” en 2006)

 

Probablemente silba por encima de todos los cadáveres, jugando al escondite.

El cuerpo de Federico no aparece, pero su alma insiste con la fuerza sobrenatural del genio, único e irrepetible. Suenan los cascabeles de la locura, la ejecución golpea tambores de una España maldita que no ha salido estar. Son demasiadas victimas y excesivos los mártires anónimos que hacen volver esa vista cansada, arte y parte en la historia sobre todos los libros.

 

“¿España?. Un nombre.

España ha muerto”.

Lo escribio Luis Cernuda tras la muerte de Federico:

 

 

Fue la pasada primavera,
hace ahora casi un año,
En un salón del viejo Temple, en Londres,
Con viejos muebles. Las ventanas daban,
Tras edificios viejos, a lo lejos,
Entre la hierba el gris relámpago del río.
Todo era gris y estaba fatigado
Igual que el iris de una perla enferma.

Eran señores viejos, viejas damas,
En los sombreros plumas polvorientas;
Un susurro de voces allá por los rincones,
Junto a mesas con tulipanes amarillos,
Retratos de familia y teteras vacías.
La sombra que caía
Con un olor a gato,
Despertaba ruidos en cocinas.

Un hombre silencioso estaba
Cerca de mí. Veía
La sombra de su largo perfil algunas veces
Asomarse abstraído al borde de la taza,
Con la misma fatiga
Del muerto que volviera
Desde la tumba a una fiesta mundana.

En los labios de alguno,
Allá por los rincones
Donde los viejos juntos susurraban,
Densa como una lágrima cayendo,
Brotó de pronto una palabra: España.
Un cansancio sin nombre
Rodaba en mi cabeza.
Encendieron las luces. Nos marchamos.

Tras largas escaleras casi a oscuras
Me hallé luego en la calle,
Y mi lado, al volverme,
Vi otra vez a aquel hombre silencioso,
Que habló indistinto algo
Con acento extranjero,
Un acento de niño en voz envejecida.

Andando me seguía
Como si fuera solo bajo un peso invisible,
Arrastrando la losa de su tumba;
Mas luego se detuvo.
«¿España?», dijo. «Un nombre.
España ha muerto.» Había
Una súbita esquina en la calleja.
Le vi borrarse entre la sombra húmeda

 

 

Luis Cernuda

“IMPRESIÓN DE DESTIERRO”.

 
 

 

 

 

 
 


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