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Consuelo García del Cid Guerra

...luego existo...

Como decía aquel niñito en la película : "En ocasiones veo muertos...", yo tengo la sensación, en ocasiones, de que la política es como el ajedrez. Todos los jugadores parecen inteligentes, concentrados, meditando los movimientos y calculando jugadas. Ponen y quitan piezas, roban, pierden o ganan. El tablero es pequeño, cuadrado y a dos colores : Blanco y negro. Los dos extremos de la escala Pantone, tonos a mezclar con el resto que se convierten en gris, azul pastel, azul prusia, verde hierba o verde botella.
Se mueven para ganar, pero en realidad no se trata de un simple juego. El orgullo de la victoria añadido al fastidio del perdedor, crea una especie de sentimiento chungo, necesaria revancha y recordatorio duradero.
Me dijeron una vez que la gente del mundo de la noche es peligrosa. Con los años he comprobado que no sólo es incierto. Lo verdaderamente peligroso es el día. Los-as perfectamente planchados, duchados y perfumados con apariencia de existencia feliz, son los que después se esconden en tugurios determinados mezclándose con los otros para que su vida tenga sentido, algún tipo de excitación o aventura esporádica. Ahí empieza la corrupción.
Pensar que el poder va necesariamente unido a la necesidad de aspirar a más, tener más y más, creo que es lamentablemente afirmable. El poder corrompe y te pone a prueba. Yo misma, sin ningún tipo de escrúpulos, confieso que intentaría colocar a todos mis amigos y familiares. Les procuraría el mejor de los puestos, y aunque alguno me fallara, no tendría el más mínimo cargo de conciencia. Y es que mi conciencia se carga con otras cosas : Injusticias, explotación, faltas de respeto, maltrato, acoso moral, racismo, xenofobia ...y planto cara al lucero del alba aunque me esté jugando el puchero. En una época determinada, llegué a considerar seriamente pertenecer a un partido político. De inmediato percibí que mi tirón personal atraía en exceso, que iba a ser utilizada y dirigida, por lo que desistí sin dudar. Ahora dudo de multitud de cosas. Veo pasar casos
-como diría mi madre- "de juzgado de guardia", que no terminan nunca en el juzgado. No sé jugar al ajedrez. Tampoco al póker. Pero no tengo miedo, y siento que el miedo auténtico, el visceral, ese que incluso puede llegar a solidificarse en las conciencias, adquiere una fuerza sobrehumana que impide cualquier tipo de defensa. Andamos infedensos sin ser inocentes, pero con el miedo apostado sobre los hombros. Miedo a envejecer, a rebelarse, al más mínimo enfrentamiento. Estamos atrapados porque ya no podemos trepar. No hay lugares, hogares, trabajo. No hay dinero. Estamos a solas con nosotros mismos bajo el peligro de un arma de fuego cargada que juega a la ruleta rusa. Hablan,mienten, marean, manipulan.
Es necesario ser, hay que leer, meditar, almacenar ideas y ordenar primero nuestro pequeño territorio comanche sin hacer el indio. Y encontrar un espejo donde al fin, aparezca nuestro verdadero rostro : Unico e irrepetible. Esa es la verdadera razón del ser humano.

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