Blogia
Consuelo García del Cid Guerra

COQUITOS

 

 

 

Se adentró en la boca del metro con las tres niñas  sintiendo que atravesaba la boca del lobo, como si el subterráneo fuera exactamente eso, bajo tierra, porque se las tragaba rumbo a unas catacumbas donde ni ella ni nadie podía tener acceso desde hace ya mucho, muchísimo tiempo. Seguía siendo guapa pero abandonada. Siempre vestida igual. Sin maquillar. Ni siquiera un tímido brillo de labios hidratante que inyectara algo de vida en su carne.

-Cuando te decidas, aquí estoy. Te vienes con las niñas a mi casa hasta que haga falta.

La abrazó con una pena infinita pero no suficiente. Hacía ya  quince años que se conocían. O quizá dieciséis, puede que más…Era tan hermosa. Acaba de cumplir cuarenta y continúa pareciendo una cría. Podría ser la hermana de sus hijas o la niñera, pero es su madre.

-Escúchame, por favor. No aguantes más, no tienes por qué. Os vais a matar.

Era una estupidez, pero tenía que encontrar el significado exacto de la palabra “coquitos”. Eso es lo que le da. Nunca había escuchado semejante expresión. Al parecer, se trata de un golpe seco con un nudillo, directo a la cabeza ,al rostro o allí donde la piel es sensible, se rompe contra el hueso y duele.

-Pero es que yo una vez también le tiré el mando a distancia y casi le abro la cabeza. Y un cenicero, sí, le lancé un cenicero. Palizas no me ha dado nunca. Me da “coquitos”. Tuve un ojo morado durante más de un mes. Y chichones de los que no se ven. Las niñas saben que tienen que salir corriendo y gritan muertas de miedo. Pero le quieren mucho. Yo ya no sé si le quiero. Me trata como una mierda, aunque no soy manca y antes le contestaba igual, pero hace ya hace mucho tiempo que no. Prefiero callar porque la bronca que se lía es tremenda. No me deja entrar en internet. Dice que pierdo mucho tiempo y que para eso mejor estar follando. Así, follando, así lo dice. Y cuando me folla dura tres segundos. Si se hiciera una paja se lo pasaría mucho mejor. Se desfoga como un animal y lo único que quiero es que termine y se duerma. Ya no sé lo que es normal. He aceptado una serie de cosas como si se tratara de algo natural y en todo este tiempo…

-¿Cuánto tiempo?

-Quince años. Pero no siempre fue así, no siempre…a veces me pide perdón, supongo que cuando se da cuenta de que estoy a punto de hacer algo…

El diccionario sólo daba una receta de cocina para la palabra “coquitos”. Un exquisito dulce de coco fácil de preparar. Buscó los ingredientes y se dispuso a hacerlos. Los coquitos quedaron perfectamente alineados en una gran bandeja que cubrió con papel de plata.

-¿Estás en casa?

-Sí, no me moveré en toda la tarde. Pero él también está …

-No importa. Paso en un rato. Es que tengo un regalo para ti…

-¿Un regalo?...gracias guapa ¡¡ ven, que te espero. Hoy la cosa parece tranquila…

Apareció con un gran paquete plano. La abrazó con un cariño infinito.

-He traído coquitos.

El miraba con cara de sorpresa. Ella con cara de horror. Las niñas se abalanzaron sobre la mesa para comerlos de dos en dos. El, tremendamente despistado, cogió sólo uno.

-No, no … no se comen así. Los coquitos no deben ir jamás directos a la boca. Los tuyos no.

Le arrancó el dulce de las manos para chafarlo una y otra vez con los nudillos hasta formar una masa deforme. Sus pupilas se clavaron en las suyas. Se encogió como un gusano. Bajaba la cabeza. Empezó a sudar al tiempo que empezaba a llorar.

-Yo no he hecho nada, nada ¡¡¡

El miraba con cara de horror. Ella con cara de sorpresa.

0 comentarios