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Consuelo García del Cid Guerra

MARÍA MAGDALENA

Esa tenencia ilícita que traiciona en un segundo lo que algunos se empeñan en aparentar Ser, delata con rubores internos un gran subidón de casquería, lo que se entiende como entraña, asuntos sucios y fieros que se desatan por instinto, sangre, vísceras, temperatura templada y ruido de órganos revueltos que mueren por salir. Y es que por mucho que se tiña de rubio la morena, sus raíces aparecen a los pocos días revelando su auténtico color. Contra natura y por la postura. Sucede en todos los ámbitos y es de todos los tiempos. Superficial.Mente no tiene nada de malo. Pero cuando salta el gesto y brinca como un piojo la mirada traspuesta, se desnuda la bilis y presenta lo guarro, verdadera.Mente opuesto a lo puesto.

Me refiero a todas aquellas que cuestionan melenas más allá de los cuarenta, por ejemplo. Pendientes determinados. Indumentarias retro, barrocas o simple.Mente atípicas. Bolsos originales. Caras lavadas, canas que se exhiben sin vergüenza, manos no recatadas y rostros sin retocar. Multitud de detalles que posan lo distinto. Tal vez –incluso- un libro. Cualquier cosa es el caso para mirar : Mirar de arriba abajo con córnea militar, fuera de línea, posible e imposible. Trata de una sección femenina que no ha muerto y condena cualquier elemento discordante. Su impertinencia es tonta, no transcurre en exceso. Sin embargo hay miradas que nacen más allá del útero materno. Desligadas del limbo y acostadas, febrosas, cuando acude un sudor que no se corresponde con esa vida hecha, estrecha y merecida. “Como Dios manda”, dicen. Y en esos mandamientos no se concede mucho. No hay boleros. Lo seco es la razón y cotidiano el tacto que toca sin rozar. La maldad de su envidia, los cien metros cuadrados mas fiestas de guardar. Ojeras extendidas, marca de noches tristes y algún despertador para saber la hora que no marca el telón. Su secreto está dentro de esa estampa perfecta que se añade a los días sin que suceda nada. Un momento, quizá. Es un instante turbio que revuelve esos pozos haciendo turbulenta una mañana más. Sucede con cualquiera que por varón se tercie tan diferente al suyo. Un saludo. No está. Los ojos se distraen hacia el mayor océano de deseo salvaje que haya parido madre. Se pierden. Agujeros de mármol se posan, bajo vientre, provocando la urgencia. Desatadas. Tremendas. Sin saber qué decir , pero dispuestas. Ocurre. Es posible de pronto, en el cuarto de baño, y sin hablar. Apostadas al potro ocasional de una lujuria breve. Arrepentidas muchísimo antes de pecar, porque su Dios extraño, a medida menuda tan religiosa.Mente, no concede el espasmo que acaban de tener, o no tener, o conceder –de lejos- la posibilidad de un cetro con forma de prepucio.

Traicionadas sin cargos, su conciencia divide fantasía irreal. “No sabía lo que hacía”, o "es que bebí demasiado”.

 

http://www.youtube.com/watch?v=KoG0SVs4LEE

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