Blogia
Consuelo García del Cid Guerra

AHORA PUEDO CONTARLO

Ahora puedo contar por qué no lo voy a contar. No sólo puedo, es que siento que debo. Tenía en mi poder una noticia relativa.Mente importante.

Primero era un rumor. Más tarde, posibilidad. Y al final, la pura realidad. Grabé testimonios. Comprobé datos e incluso he tenido en mis manos documentación concreta. No quedaba ninguna duda. Me puse frente al teclado pero se me agarrotaron los dedos. Pensé en la trayectoria profesional del protagonista. Impecable. Ni un solo escándalo. Jamás ha vendido su intimidad. Nunca ha participado en campaña alguna de desprestigio ni hablado mal de nadie. Se dedicó a trabajar durante casi tres décadas. Sin descanso. Entregado a su público en cuerpo y alma. Querido. Respetado.

¿Voy a ser yo quien destape la caja de sus más oscuros truenos?...Pues no. Simple.Mente: No. Me niego a colaborar con el estiércol y no me meteré en sus lodazales. Aquí nadie es inocente. Todos tenemos lo nuestro. Antes, durante o después. Somos personas llenas de defectos. Nos equivocamos por pura condición humana.

Manchar una trayectoria sin más, por el simple hecho de publicar la noticia, es una putada. Sí, ya sé…la información….en realidad, sucede lo mismo con la sinceridad cuando se convierte en una grosería. ¿Llamaríamos feo a alguien así, sin más?. Aunque lo sea, es algo que no se dice. No nos cuesta mucho, sin embargo, soltarlo si nos enfadamos. Y no estoy enfadada. Me siento bien. Lo tengo claro.

He soltado sapos y culebras a determinados medios de comunicación, la prensa rosa y sus nauseabundos programas. Los mismos reptiles que se me escurren ahora entre los dedos al sopesar una posibilidad injusta.

“No dejes que la realidad te estropee una buena noticia”. Escuché esta frase en boca de alguien a quien se había dado por muerto pública.Mente. Al parecer, estas palabras se

inculcan a los estudiantes de Ciencias de la Información. Antes que ciencia, decencia.

Antes del vómito gratuito, conciencia. Esta que me impide manchar un nombre con

el único afán de ensuciar. Es sucio. Huele mal. No es de recibo. O será, incluso, que no sirvo para esto. Me da lo mismo. Por eso no lo contaré jamás. Y por eso, al que lo haga, podré llamarle canalla con la boca grande.

0 comentarios