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Consuelo García del Cid Guerra

Lección

Lección

Busco un párrafo revelador que identifique tanto discurso equívoco. El sermón del maestro, sabedor de lecciones. La palabra del párroco en su iglesia vacía. Un libro que ha pensado cada renglón perdido. En busca del borrón sin nueva cuenta,quizá, posible.Mente, el néctar codiciado de aquello nunca escrito, está en la papelera. Nuestra insigne basura casi todo lo puede. Se debe como al mármol la frialdad del tacto, impresionados –tanto- como el poder indistutible de cualquier arma de fuego. Una pistola, cerca. Cargada por demás, con todos nuestros verbos. Dime lo que no dije. Recita cada estrofa que jamás se hizo verso,por no saber-exactos- el lugar del poema. Como si no lo fuera. Como estaría –dentro- de un establo bendito por la lujuria joven, esa tan denostada, hermosa como el fuego, sin peligro. Probada. Calientes nuestros labios al beso de unos peces que nadaban sin agua, que retaron al tiempo formando los dibujos de casi todo el cuento : Erase que se era. Hubo una vez. Los pequeños ausentes ,cuando fuimos pequeños, creímos que en el cielo se encontraban los muertos. Que lo justo era aquello y la maldad un rato de pelea sin más. Qué escaso pentagrama. Qué difusa la historia por donde hay que empezar.

Si me hubieran vestido de lagarta en carnaval. Si pudiera volver a cerrar sobres blancos con la saliva limpia de una boca templada.

Si recorriera, largos, todos los pasos dados desde que supe andar.Latente, arrodillada, ofendida y nerviosa. Mi decisión –seguro- habría sido otra. De no llegar al mar, me quedaría en ese acuario justo donde se pudre el agua. Un gigante. Sirena. Por si ambos existen continuaré buscando.

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