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Consuelo García del Cid Guerra

VAGANDO POR AHÍ

VAGANDO POR AHÍ
De lejos escuchaba, cuando la música es fondo hacia el que no te acercas por falta de identidad, fusión de melodía, sentimiento en su letra e ignorancia. Pasaba yo de largo y me reía. Ahora sé que aquella sonrisa era sarcástica, estúpida y superior. Que me sentía ajena a su significado, despreciaba el ambiente y clasificaba el mundo por encima del hombro. Sin saber, pero queriendo. Sin preguntar siquiera. Sin atención alguna.
No atravesé los barrios periféricos, tampoco los del centro. Los verdaderos dueños de tantísimas razones, condiciones y estados. No sabía lo que era ser desfavorecido porque creí que el mundo no me hizo el favor. Que todo lo que nos toca en suerte es lo contrario a nuestro íntimo deseo, el motivo aparente para ser de otro modo, transgredir, escapar, rebelarse o morir. Nada como la juventud para aspirar a todo, querer vivir lo máximo y sentirse incompleto.
Componía poemas de fácil pareado, burlaba las señales y olvidé el catecismo. Seguía sin saber, y cantaba lo mismo. Ignoraba el rincón, su verdadero potro, la fuerza de las palmas, lo fácil del aplauso. Era entonces temprano, pero tenía prisa.
 
-¿Adónde vas?
-No sé.
-¿En qué trabajas?
-Bebo.
 
Me lo dijo una chica de aspecto soñador. Cansada de tanto andar sin rumbo en busca de algo fijo. No capté la palabra. No interpreté su miedo, sus ojeras, su limbo. Pero la olía cerca, me inspiraba cariño, quería protegerla antes de ser mayor. Ella cantaba algo que comprendí en el acto, y fue nuestra canción. Era profunda: Mucho. Me hizo llorar: Y cuánto...
 
 
 

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