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Consuelo García del Cid Guerra

CURSILLOS DE CRISTIANDAD

Parroquia de la Concepción. Barcelona. Interviu destapa un nuevo caso de tráfico de niños. Ojo al dato. Nada es tan sencillo, por mucho que lo parezca con el paso del tiempo. Los hechos concentrados en una serie de líneas acostumbran a omitir el origen del asunto. Diario Córdoba afirma que   “ los bebés eran entregados al finalizar el bautizo a unos padres adoptivos que, para acceder a estos niños, antes habían tenido que superar un cursillo de cristiandad”.

Disparo. Directo al corazón. Los cursillos de cristiandad no se superaban. Acudía cualquier persona de forma voluntaria y no se entregaba ningún tipo de acreditación al respecto. En Barcelona, a finales de los años 70,  se impartían en Tiana. No eran ejercicios espirituales. Se les llamó El Opus de Alpargata. Acudía todo tipo de gente, sin perfiles determinados, aunque sus organizadores pertenecían a la alta burguesía.

Los asistentes permanecían encerrados durante tres o cinco días. Eran divididos en pequeños grupos a los que se asignaba un jefe. Este jefe-a, había pasado por dicho cursillo hacía tiempo, e impartía una charla llamada rollo, que acostumbraba a durar una hora, y el debate posterior ocupaba toda la tarde. Se trataban todo tipo de temas sin censurar la opinión de nadie. No pretendían convencerte de nada. Eran concentraciones religiosas llevadas a cabo por tres sacerdotes, que sólo exponían su discurso al final del cursillo. No era sectáreo. Partía de la bonhomía, y si tuviera que traducirlo con una terminología actual, sería lo más parecido a una forma de crecimiento personal. Un lugar donde se quitaban las máscaras y todos hablaban de sus problemas cotidianos. Ví llorar a mucha gente. Ví cómo se ayudaban unos a otros de forma desinteresada. Entré atea y salí atea.

Durante dos años, asistí a las reuniones mensuales llamadas ultreyas. Coincidí con muchas de sus causas aunque no compartiera el sentimiento religioso. Nunca me lo reprocharon. Conocí gente maravillosa. De eso hace más de treinta y cinco años.

Pertenecí a la Ultreya Juan XXIII. No era un grupo ultracatólico. No más –ni menos- que cualquier colegio de monjas típico de la época.

Se habla de niños robados por mediación de la Obra Familiar de Adopción Josep Figueras, líder del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Se ha hablado también del Teléfono de la Esperanza, y he hablado yo con pelos y señales de instituciones que –al parecer- no interesan demasiado. De órdenes religiosas y seculares. Del centro de Peña Grande, antigua Maternidad de la Almudena. De la Clínica San Ramón, cuyo propietario, el Doctor Vela, impartía clases de Auxiliar de Clínica en los conventos-reformatorios dependientes del Patronato de Protección a la Mujer, que funcionaron hasta 1983 con total impunidad. En dicha clínica realizaban las prácticas todas las arrepentidas. En los despachos del Patronato se solicitaban bebés con cartas de recomendación (las tengo) de forma rápida, sin lista de espera. Era tan sencillo como obligar a firmar bajo coacción a una menor sobre una serie de papeles azules y amarillos, o hacer desaparecer al bebé sin más contemplaciones. Una menor encerrada en Peña Grande, abandonada por su familia, madre soltera y puta para los restos de cara a la sociedad de entonces. Sola, asustada, perdida y embarazada. Al día siguiente de dar a luz la trasladaban a otro reformatorio, con los pechos vendados y en plena hemorragia post-parto. Son miles. Cada una de ellas podría contar una historia de terror donde su realidad superó toda ficción.

La responsabilidad no es sólo de curas, monjas, matronas y médicos. Parte de un sistema político que se llamó dictadura. De un patrón moral femenino impuesto. De un fondo y unas formas que criminalizaban a cualquier menor que pensara por sí misma. De unas leyes que encerraban a las díscolas y rebeldes, porque España las hizo así, mientras nadie se enteraba, puesto que a casi nadie parecía importarle. Sí, he escrito casi.

Los cursillistas de cristiandad ayudaron mucho a esas mujeres. Las ayudaron a salir adelante con sus hijos, a encontrar un trabajo e incluso alguno de ellos llegó a ofrecer su casa de forma desinteresada. Las ayudó cada uno desde su pequeño mundo y con sus posibilidades, sin evangelización alguna a cambio.

La obra de adopción Josep Figueras puede que forme parte de la maldita trama. Puede que se robaran niños. Puede que se traficara con ellos. Pero el hecho de que fuera el líder del movimiento cursillista no significa que el mismo se encuentre implicado, por atractivo que resulte ese listado de la Ultreya Juan XXIII que se halla en poder de la Fiscalía : Abogados, empresarios, banqueros y algún que otro famoso periodista, todos pertenecientes a la alta burguesía catalana.¿ Será que su atractivo parte de esa condición?. Vamos allá, que los ricos también lloran, y si de religión hablamos , más. Para quien no lo sepa, los cursillistas de cristiandad fueron marginados por la mismísima iglesia católica.

Las generalizaciones sobre cualquier idea, tendencia o grupo, sólo me conducen de nuevo hacia aquel generalísimo que todo lo pudo. Ni son todos los que están, ni están todos los que son. Mi eterno agradecimiento a la Ultreya Juan XXIII. No recibí otra cosa que bondad.

“Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto...”.

León Felipe.

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