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Consuelo García del Cid Guerra

ESTÚPIDOS

ESTÚPIDOS

Este es el año histórico-histérico en el que un Rey (España) pide perdón al pueblo, dice que lo siente, que no volverá a suceder, y meses después, la policía se quita el casco. Aplaudimos ambos gestos como si de un gran acontecimiento se tratara, más cercanos que nunca a la ignorancia, medio conformes a fuerza de tempestades y Majestades. Vamos a ver –o a mirar- con esa miopía social que –al parecer- nos caracteriza sin imprimir carácter.

Ayer repartían hostias sin piedad. Cumplen órdenes. Son el cuerpo que nos apaliza en cuanto nos salimos de madre (patria). Pero se han quitado el casco como si el más macho de los sementales se quitara el condón antes de poseer-Nos. Engañémonos ¿por qué no, a que sí? …abrazos y besamanos a quien agarra esa porra con la fuerza de su seguridad estatal. Ahora resultará que son colegas, pero va a ser que no. Les han quitado una paga, igual que a ti. Y les escuece tanto como a ti. No se manifiestan abiertamente porque sería mucho ¿quién les iba a pegar?. Verán ustedes, yo es que gorra también tengo, y cuando me la pongo, no me aplaude ni el gato, ahora bien, la rabia propiamente dicha, seguro que es la misma.

El gesto nos viene bien. Estos son los momentos aborregados de la plebe, que se deja llevar, recortar y putear mientas una interfecta se alza en pos de su rubia y lacia melena para decir : “Que se jodan”: Menudo escándalo. Andrea, coño, cómete el pollo. Ay, perdón, que no era ésta. La princesa de mi pueblo es pequeña, peluda, suave. Platera desigual con sus deslices, que por algo es humana. Nunca aspiró a tanto, pobrecilla. Nosotros, quizá, tampoco. Entre tanto desastre jaleamos ese gesto desafiante de guardería cuando la pasma deja de ser antidisturbio para fingir un rato que se acerca, oh si, a esta plebe perdida, desatendida y pobre, que grita contra Mariano. Dicho así, fíjense bien, se diría que el nombre es tan poco adecuado como él mismo. Y su apellido duele : Rajoy. Menuda pila de despropósitos. Este prematuro presidente que en seis meses ha quebrado el país, y no le echamos. No le mandamos allí donde la espalda pierde su casto nombre excepto en las pancartas. Y le importa tan poco su propio desgobierno que actúa como si nada. ¿Hay quien dé más? … Sí, nuestra otrora salvaje policía, recién beatificada por quítame allá ese casco. Y seguimos aplaudiendo, como majaderos, mientras el cuerpo de bomberos intenta vender –todavía- aquel calendario con su cuerpo –y nunca mejor dicho- en puñeteras pelotas.

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