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Consuelo García del Cid Guerra

MARIO CONDE. DESPUES DEL NAUFRAGIO.

Habría sido el sucesor de Suárez y presidente del gobierno de España. Y eso se sabía. Lo sabía Felipe González y lo sabía Aznar. Y lo sabíamos muchas, aunque quizá no las suficientes, personas de éste país.

Mario Conde ascendió por sus propios medios. Nadie le regaló absolutamente nada. Ningún presidente de gobierno, presente o pasado, tenía ni tiene su historial académico. Ninguno era tan joven. Ninguno era tan guapo. Mario Conde era joven, guapo, inteligente como pocos, y rico. De las dos primeras cosas no tenía la culpa, se las dieron sus genes y su naturaleza. De la última, tampoco. Se lo ganó con su esfuerzo. Mario Conde no habría necesitado asesores de imagen, ni grandes campañas publicitarias, porque bastaba con su cerebro y con su presencia. Tampoco necesitaba más dinero.

Se supone que el presidente de un país debe ser eso. Que nos debe representar el más inteligente, el más honesto, el más preparado, y a poder ser, el más joven y el más guapo. Para dirigir, gobernar, levantar, respaldar, negociar, y representar a España.

Hablar bien de Conde sigue siendo arriesgado. De pronto te cuestionan hasta los amigos de toda la vida. Conocemos en profundidad su historia? No. Nos hemos preocupado de ir más allá de lo que dicen los medios de comunicación? No. Quién se cargó a Mario Conde? : Seguramente los mismos que le encumbraron, muertos de miedo. Un juego político perfectamente maniobrado. Le temían, porque sabían que a Conde nadie le haría sombra, nadie. Con qué facilidad se le llamó ladrón y estafador. Por qué se le metió en prisión un día de Navidad? Por qué, si hasta a la Pantoja la detuvieron de un modo mucho más amable? Para demostrar a toda España que los ricos también lloran?

El no lloró. Ingresó con la cabeza alta, y sólo ha bajado la cabeza al perder a su esposa, vencido por la tristeza. Qué feo es Aznar. Qué feo. No me lo puedo ni imaginar hablando con Mario Conde. Ni siquiera recordando a “la bella y la bestia”.

Ahora, que hemos visto y oído a un hombre triste ante lo inevitable, en un programa de televisión que muchos, dicen también no era el marco adecuado, nos sorprende la imagen ¿distinta? Del que fue una de las personas más poderosas. Pues yo creo que es el mismo de siempre. El triunfador, el preso, el hombre. Qué inmensa injusticia y qué gran error se ha cometido con Mario Conde. No le dejamos estar ni le dejamos ser.

“Ví la entrevista, y me acordé mucho de ti, porque siempre le defendiste, y ahora creo que puede que tuvieras razón”, me han dicho muchas personas. ¡Ahora¡ por qué ahora?

Porque aparece en un programa de la televisión, envejecido, triste, y hablando desde dentro? Si algo le ha derrotado, dicen, ha sido la muerte de su mujer. Ni la venganza, ni la traición, ni el hundimiento al que fue sometido pudieron con él. Su cabeza seguro que sigue siendo la misma, y es lo que siempre, siempre, le distinguirá del resto.

España perdió a un gran presidente de gobierno. Siempre he creído en la inocencia de Mario Conde.

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