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Consuelo García del Cid Guerra

¿Marketing para escritores?

Una pagina entera en “La Vanguardia” de este domingo plantea la siguiente cuestión : “Como escribir una novela?”. La escuela de Escritura del Ateneo Barcelonés, creada hace ya diez años, ofrece cursos on line. Personalmente me siento muy lejos de los talleres literarios y escuelas de escritores. Puede que se trate de un negocio más, y no dudo de su utilidad para algunos. Creo que la literatura no tiene otra escuela que la lectura. No me considero capacitada para enseñar a nadie y no se si podrían enseñarme a mi, es posible, pero otra cosa es que me interese y que lo lleve a la practica. Escribir es un acto íntimo, implica una forma de ser y de vivir, exige sensibilidad a flor de piel que no se podrá encontrar jamás en manual alguno.

De esa escuela de escritores han salido ya varias plumas publicadas y publicitadas. Puede que se trate de un trampolín institucional que conecte con facilidad a autores noveles con editores o a través del propio profesorado. Han pasado ya más de siete mil alumnos. En cualquier caso, el entramado me asusta. Durante los setenta, dabas una patada en cualquier bar. bohemio y aparecían diez escritores, otros tantos pintores, escultores y fotógrafos. En los ochenta, todo cristo era diseñador y la moda de España nos perseguía por todas partes, con hombreras incluidas. Las peluqueras pasaron a llamarse “estilistas”, hacían lo mismo, claro, cortar el pelo. Y a cualquier cosa distinta se le aplicaba aquello de las “nuevas tendencias”. Lo de ahora me parece grave.

“Marketing para escritores”, una guía para acceder al mercado, informa al final del extenso articulo de un libro a modo de guía en la que se ofrecen “estrategias y todo tipo de información útil para quienes desean publicar, promocionar y vender su obra”. Esto ya es espantoso. He dicho muchas veces que si el marketing tuviera forma física, yo seria su asesino. El autor y el marketing deben estar forzosamente lejos y en eterno conflicto. Cuanto mas lejos mejor. Aunque teniendo en cuenta que las editoriales cobran por publicar, ahora resulta que además de escribir, hay que saber promocionarse. ¿Y los agentes literarios?...algunos se quejan de que “nadie les paga por leer”, y tienen razón. En este laberinto económico donde el dinero no aparece por ninguna parte para el autor, cuyos ridículos derechos son liquidados a final de año y normalmente no dan ni para tabaco, se están torciendo los conceptos de forma peligrosa. El panorama literario actual esta inundado de mediocres, amiguismo y nombres determinados que en muy poco tiempo se han convertido en aspirantes a “best seller”. El record de ventas va respaldado por una publicidad determinada, una apuesta discutible que ante la opinión publica pasa totalmente desapercibida. Grandes genios son ignorados. Enormes medianías resultan encumbradas. La imagen de un poeta en su buhardilla, sin afeitar, con mitones, muerto de frío a la luz de las velas, ya no vende ni le interesa a nadie. Y que nadie dude, por favor : Existen todavía.

 

Declararse oficialmente “loco”, tampoco. Rebelarse sale tan caro como lo fue en los sesenta. “Todos los escritores son enfermos mentales, borrachos o drogadictos”. Esto me lo dijo una persona sin saber que yo escribo. No es que la descripción se encuentre lejos o cerca de la realidad, porque de todo hay, como en botica, pero ni mas ni menos. Si matizaría que la cocaína, sustancia toxica por excelencia, es lo suficientemente cara como para que cualquiera no se la pueda permitir. Eso si, los expertos en marketing, que son los grandes consumidores, esos de los que –supuestamente- debemos aprender a vender nuestros libros, se han montado ahora un nuevo mercado invertebrado pasando por encima de lo divino y lo humano. No es como una marca de champú, un perfume o una lavadora. Es un libro. Son paginas llenas de sentimiento, intriga, tensión, romanticismo, ira, venganza …pueden encontrarse concentrados todos los pecados mortales, las virtudes teologales, los diez mandamientos y la historia de todas las putas madres. Eso no tiene precio. Y no creo que el marketing deba tener vela en nuestro entierro.

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