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Consuelo García del Cid Guerra

LAS RAZONES DEL RECUERDO: GRACIAS, TEDDY BEYOND

LAS RAZONES DEL RECUERDO: GRACIAS, TEDDY BEYOND

“De esto sale una novela, y sería un best seller”, “Esto dá para escribir un libro” …son frases muy comunes que se pronuncian con gran convencimiento. Es falso. Creemos que un episodio distinto, un romance, una persona o cualquier situación que altera lo cotidiano, se puede convertir en novela. No. Sólo quien escribe lo sabe.

Es el tiempo quien dá o no valor a lo vivido. Secuencias muy cortas pueden llegar a tener un gran peso treinta años después. Un largo matrimonio quebrado, nada. Es nuestra memoria y nuestro particular sentimiento quien guarda esos tesoros de forma inconsciente, y permanecen o no, dependiendo del tiempo. Las razones del recuerdo forman parte de la historia individual de cada uno.

Yo tenía catorce años cuando percibí por primera vez el talento. Fue durante un fin de semana en un pueblo llamado Sant Pau de Seguries. Era escaladora, la montaña me atrapaba con fuerza, y sobre todo, el peligro. La semana anterior había subido el Puigmal. Decidí descansar en ese pueblo junto con dos amigas, sin planear nada especial. Buscamos albergue y lo encontramos en casa del párroco. Durante el viaje en tren, conocimos a tres chicos, más o menos de nuestra edad. Viajaban, como nosotras, sin rumbo. En los setenta, los trenes eran un lugar de encuentro, protesta y revelación.

Nos unimos, y los seis nos hospedamos en el mismo lugar. Era invierno. Durante la noche, uno de ellos contó que su sueño era ser actor. Parecía un tipo interesante, despierto, lleno de inquietudes. No me fijé en él como hombre. Decidimos hacer una tonta sesión de espiritismo. Entre silencio, oscuridad y risas, el chico insistió en invocar a Marilyn Monroe. Buscó un plato hondo y lo llenó de agua. El plato quedó en el dentro de la mesa. De pronto, él pegó un violento manotazo y el agua cayó sobre su rostro. Gritaba, se retorcía, lloraba. “La he visto, la he visto –repetía- era Marilyn, y estaba podrida, podrida …”. Todos nos quedamos boquiabiertos. Intentamos tranquilizarle, pero no hubo forma. Durante más de media hora continuó llorando y gritando. De pronto, se dio la vuelta, y con un aspecto totalmente sereno y riendo, dijo: “Soy o no soy un buen actor?”. Su interpretación fue estelar. Magnífica. El tío tenía un talento indiscutible. Fue la primera vez que lo percibí. Durante el viaje de vuelta a Barcelona, supe que quería subir al Aneto con él, pero nunca se lo dije. Ese fin de semana y ese deseo me han perseguido siempre. Han pasado treinta y seis años.

Internet tiene sus grandes males y sus sorprendentes hallazgos. Yo estaba escribiendo mi segunda novela a partir de aquel recuerdo. Busqué en google el nombre de aquel chico, al que nunca olvidé. Tenía que ser actor. Pero no. Es pintor. Le encontré, y al contemplar su página web y su fotografía, treinta y seis años más tarde, reconocí en él a ese recuerdo con la misma fuerza de entonces. No sabía cómo dirigirme a él de forma lógica, o por lo menos, correcta. No tenía intención alguna de verle ni de buscar nada más que el recuerdo. Le escribí. El texto fue muy corto : “Dime si recuerdas un fin de semana en Sant Pau de Seguries, hace treinta y seis años”. Al día siguiente recibí , sorprendentemente, su respuesta. Lo recordaba a la perfección, y con la misma intensidad que yo. A partir de ese momento, nos intercambiamos correos. Le expliqué que estaba escribiendo una novela a partir de aquel recuerdo. Le pregunté cómo le habría gustado llamarse, de haber podido elegir. Me dijo : TEDDY BEYOND. Así bauticé al personaje. Los correos que me enviaba, forzando el recuerdo de aquel fin de semana, contando a grandes rasgos su trayectoria vital y su forma de ver la vida, eran tan intensos, tan literarios, que le pedí permiso para incluírlos literalmente en la novela. Yo le iba mandando todo lo que escribía, capítulo a capítulo. Teddy Beyond ya existía, no era un nick ni un seudónimo, era un personaje de novela con una parte de realidad tras el nombre de Teddy, elegido por él y creado por mí. Terminé la novela en un tiempo récord, y jamás lo habría hecho sin él. No nos hemos visto. Sólo hablamos por teléfono en una ocasión, una vez concluída la historia. Quiero darte las gracias, Teddy. Sin ti yo no habría escrito jamás “Las razones del recuerdo”. Jamás. No habría tenido la forma, la historia y el final que tiene. No habría sido nada. Ese libro es tuyo. Teddy Beyond existe. Un libro entero partió de un fin de semana treinta y seis años atrás.

Nunca subí al Aneto. Él sí. Dos veces. Y las dos veces, sólo. La foto que aparece es la del mismo Teddy Beyond en la cima del Aneto. Lo escaló el mismo año en que nos conocimos. Sólo existe un último correo de Teddy que no está incluído en el libro. Es el que aparece a continuación. Me hizo sentir la grandeza de la vida y la utilidad de Internet cuando los hombres de bien lo manejan para causas importantes. Gracias, Teddy. No sé si subiremos alguna vez al Aneto, pero queda pendiente.

 

Consuelo,

 

El final me ha dejado bien. Es un final de los de verdad, porque no se deduce hasta el último renglón. Después de leerlo mis labios han esbozado una sonrisa cómplice, al ver que, en él, Carlota renace en la cima de sus anhelos, mientras que, simultáneamente, amanece y la historia, como si de un boomerang se tratara, vuelve por sí sola a su origen, tal vez, también su destino.

 

Es un final optimista para un relato que traza un enorme looping para dar a Carlota una nueva oportunidad para atraparse a sí misma, conciliar su memoria y recuperar sus recuerdos felices.

 

Reconozco, entre los personajes centrales de la narración, una reencarnación trinitaria, en la que la protagonista, aferrada al timón de su destino, recorre sus encuentros y recuerdos, trasformándolos, hábil y tenazmente, en las estrellas polares, que le van a orientar e iluminar en su particular singladura, surcando las aguas de la memoria, con rumbo decidido, hacia las razones de su propio recuerdo.

 

Me ha gustado. Pienso que es una historia bien construida, con una estructura sólida y real.

No te daré una opinión basada en los formatos, aspectos textuales, gramaticales o literarios, ya que me faltan referencias externas y por otro lado no me interesan en exceso. Dejo esa farragosa misión para la Comisión de Lectura y tu Agente Literario, que a ellos, por lo que me cuentas, estas cosas les entusiasman mucho más que a mí.

Te daré la modesta y cercana opinión del lector, atípico, y singular, -al tiempo que personaje y crítico de excepción-,  en que me has convertido, cuyo privilegiado y especial estatus me ha permitido penetrar en el escenario del texto, por la puerta principal, y relacionarme con los personajes y la atribulada protagonista, con la naturalidad propia que te asiste en aquellos ambientes que no te resultan ajenos.

 

Es una historia que, a todas luces, resulta autobiográfica, vital y simbolista, a la que no le falta, ni le sobra ningún ingrediente: Adolescencia, Colegios de Monjas, Vida Matrimonial, Trabajo, Política, Ocasiones Perdidas, Valor, Deseos, Frustraciones, Canciones, Poemas, Amor, Desesperación Vida, Muerte y Reencarnación para llegar a ser, de modo sobrevenido, una historia enteramente veraz y creíble.

Es una historia que enlaza con “Te la quitaré aunque esté muerto” en muchos aspectos formales y argumentales. Quien la haya leído puede adivinar que Alba y Carlota son almas gemelas y que ambas historias podrían convivir ensambladas, sobrepuestas o contenidas una dentro de la otra, como si de una matrioska rusa se tratara.

 

Sospechaba, que Sandrine, y Teddy iban a acabar unidos, por los rastros que Carlota va dejando en el relato. Lo que no esperaba es que el círculo se acabara cerrando herméticamente, y mucho menos en el escenario símbolo de la narración. Sorprendente.  Magistral.

La sonrisa cómplice que me arrancó el final de la historia se esbozó sola. Como si hubiera sonreído alguien por mí, antes de tiempo, décimas de segundo antes de que dedujera que era Carlota quien renacía tras su triple voltereta mortal, desafiando a la memoria, el destino y las razones del recuerdo, a las que, por fin, da alcance.

 

Hasta la fecha nadie me había preguntado nunca como me gustaría llamarme en caso de no llamarme como me llaman. Pensaba que nunca nadie me haría esa pregunta. Ahora sé porqué un día pensé que me gustaría llamarme Teddy Beyond. Ahora sé la utilidad que, ese deseo esquizofrénico, absurdo y olvidado, tenía destinada. Todo círculo siempre acaba cerrándose.  Ahora ya sé quién es Teddy Beyond y que mi invención ha devenido realidad, provocando a la fantasía.

 

Me honra y me halaga que te intereses por la opinión de este humilde lector que, caído del tiempo, anda semi-oculto por las entrañas de tu novela.

 

Me complace que alguien me evoque, o tal vez invoque, mediante la tenacidad quimérica de su recuerdo y me cace, al vuelo, en un cielo casi vacío, en el que, ya pocas veces, alzo el vuelo.

 

Me emociona compartir contigo la fascinación por las heladas cimas de las altas montañas. Demostrados lugares mágicos, donde pueden devenir muchos principios y finales bajo sus amaneceres y ocasos, indefectiblemente místicos.

 

También a mí me enternece escuchar Angie. Cuando lo hago, esté donde esté, una llovizna delicada y densa, como la garúa, rocía mi alma, mientras que mi cuerpo, en una dulce y consentida deriva, se deja arrastrar y mecer por la suave corriente del río de la memoria, bajo la sombra de los recuerdos, que desde ambas orillas, sonríen cómplices, al verme pasar flotando feliz sobre las aguas.

 

Me alegro que hayamos vivido juntos una historia real dentro y fuera de tu libro, de haber recorrido los mismos lugares, de haber despertado en la misma ciudad, en el mismo momento. Me alegro de que hayamos coincidido de nuevo y que el recuerdo nos haya convertido en almas reincidentes, renuentes al olvido.

 

Durante estos días me he dado cuenta de que llevamos prendidos del hilo de nuestro recuerdo un pedacito de cada uno de nosotros, de una densidad mucho mayor de la que, posiblemente, ambos pudiéramos saber, pensar o creer.

 

Ha sido una gran alegría y un placer reencontrarte. Saber que todavía estás. Comprobar que todavía estoy.

 

Saluda de mi parte:

 

A Carlota Escosura Gómez de Velasco: La perseverante y tenaz Ave Fénix,

A Teddy: El idealizado y guadianista arcángel, faro en la oscuridad y puerto en las tempestades.

A Sandrine: Hada valiente, fraternal y sacerdotisa transmutadora de cuerpos y almas,

Al deleznable Juan. Que, quien a hierro mata, a hierro muere,

Al ambicioso Alfonso Pinto. Que le vaya bonito con Lucy in the Sky,

A Mamá y a Tía Connie. Que sean felices,

A las muñequitas de salón del Sagrado Corazón,

A las Teresianas,

A las hijas de las porteras,

A a la gamberra de Enma y su adorable: “Abuelita de los botellines”,

A las castradoras Madres Adoratrices. Para que Dios las perdone,

A la hermana Soledad,

A la dulce Mar González Presto, 

A los Rollings,

A la imputrescible Marylin. Que no me lo tenga en cuenta,

A Penélope,

A Salvador Puig Antich,

A Alaska,

Al los camareros del Zurich, el London, el Enagua…,

A los comisarios de via Laietana.  Perros de la aborrecible mazmorra de la que, casi todos los que no nos quisimos conformar, tenemos recuerdos tan indelebles, como ingratos,

Al perverso doctor Canals,

Al General no le saludes, porque él tuvo la culpa de casi todo lo malo que nos pasó y, sobre todo, de lo que no nos pasó,

Ah! Y sobre todo no te olvides de saludar a la cima del Aneto. Por favor, dile que, antes de morir, quiero volver a verle. Que quiero contarle una historia que seguro que le enternecerá.

 

Salúdalos a todos………Y diles que yo también soy de verdad, de auténtica carne y hueso.

 

Que tengas mucha suerte con tu libro y que el talento, ese que dices que tenemos a medias, no te abandone nunca.

 

Siempre tuyo,

 

Teddy Beyond.

 

 

2 comentarios

Gloria -

Tras todo lo que escribes, se encuentra tu grandeza interior.

Gloria

isabel -

Consuelo, me gusta. Se te da bien, sige sige que ya veras.
Un beso