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Consuelo García del Cid Guerra

AURORA

AURORA 

(Escrito el pasado 13 de Octubre de 2008)

 

La veo todos los días en el balcón. Es pequeña, frágil y casi un hada. Se inclina hacia atrás sosteniéndose con fuerza en los barrotes de hierro y hace flexiones. Permanece haciendo esos ejercicios durante media hora y luego mira.Contempla. Mira otra vez, pero nunca abajo. Ella mira arriba o mira al frente. Siempre.

Tiene pocos vestidos, puede que no más de tres. Calza zapatillas negras. Se retira muy despacio y su silueta desaparece lentamente. Siempre la veo. Siempre la miro.

Algunas veces, en verano, se sienta en una silla de madera y lee. Un día la saludé con la mano, pero no me vió. Lleva un moño pequeño perfectamente enroscado. Creo que su pelo es gris. No acierto a ver su cara con detalle. La distancia no me lo permite.

Esa ventana se abre sólo por las tardes y permanece abierta no más tarde de las siete y media. Creo que es su hora de cenar, porque luego vuelve.

Hoy no podía dormir. A las cinco y media de la mañana me he levantado y he salido al balcón con un cigarro encendido. Y estaba ella. Me he asustado mucho, porque al principio su imagen se me hacía peligrosa. Por un momento he pensado que quería saltar al vacío. Me he quedado mirándola. Ella miraba arriba. Era la hora justa, y ella lo sabía.

Seguía mirando arriba mientras el cielo despertaba. Y me ha visto. Y me ha saludado, por primera vez, con la mano. Estaba amaneciendo. Ella había salido a la ventana, seguramente a escondidas de las cuidadoras, para ver amanecer. Y ha alzado los brazos como una bailarina y los ha cruzado en el aire. Y me ha mirado otra vez. Yo contemplaba el amanecer y ella también. Esperamos, las dos, la primera luz. No había un alma en la calle. Pero estaba la suya que ha tocado la mía. Ha sonreído. Se ha acercado las manos alrededor de la boca para decirme un secreto a voces, y me ha dicho : "Me llamo Aurora, y todos los días veo amanecer". Y yo le he contestado : "Encantada de conocerla, Aurora. Yo me llamo Consuelo". Se ha retirado de la misma forma en que aparece, como un hada.

13 de Octubre de 2008

 

Miércoles, 15 de Abril de 2009

Esta mañana llovía a cántaros. No recuerdo con exactitud la última vez que ví a Aurora. En invierno salía menos al exterior, pero cuando lo hacía, nos saludábamos.

A las 8, 30 de esta mañana ventilaba mi habitación. Las ventanas estaban abiertas de par en par. Estoy acostumbrada a escuchar el sonido de las ambulancias frente a la residencia de ancianos. No aparcan, sólo se detienen. Es un tiempo muerto, de los pocos -además de bomberos o policía- que permite parar el tráfico. Algo similar al con-sentimiento.

Por encima de las prisas, semáforos, vehículos y peatones. Concede un pequeño espacio de silencio. Una ambulancia se ha detenido frente a la residencia. Seguía lloviendo. Me he asomado al balcón, no sé por qué.

He esperado. A los pocos minutos, la camilla, completamente cubierta, transportaba un cadáver. Se me ha acelerado el corazón de forma instintiva y sin pensar siquiera he corrido escaleras abajo.

- ¿Quién es?- le pregunto a los camilleros.

-  Una señora de la residencia.

-  Me puede decir su nombre?

-  Aurora ...

Dos cuidadoras acompañaban la camilla. Me miraban con curiosidad.

- ¿Quién es usted?

- La vecina del edificio de enfrente. Nos saludábamos por la ventana cuando leía y     también cuando hacía los ejercicios, esas flexiones...

- Si ¡¡ es verdad... lo hacía casi siempre, sobre todo en verano ...¿pero ustedes se conocían personalmente?

- De la ventana ... sólo de la ventana ...

- Nadie venía a verla nunca. Era viuda, no tuvo hijos ...

La ambulancia ha arrancado. Estaba empapada. Sólo quería saber una cosa más, sólo una ...

- ¿Qué libro estaba leyendo?

-  Cumbres borrascosas.

El tiempo se ha detenido. Esa ventana nunca será la misma. La mía tampoco. Amanecerá siempre, por oscuro que sea el día. Y yo, siempre, siempre, recordaré a Aurora.

 

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