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Consuelo García del Cid Guerra

...y los demas son ellos.

 

 

 

 

 

Los que se mantienen, es decir, los que “tienen”, viven su mas dulce luna de miel tiránica. Propietarios, terratenientes, rentistas y empresarios, ricos todos,

ejercen de patrones como nunca y se permiten todo tipo de licencias. No son peores que antes, tampoco especialmente abusadores. La única diferencia es que antes se notaba menos. Estaban ahí, apostados en plena facultad de sus posesiones, mirando al cielo, puesto que la pasta les caía del idem la mayoría de las veces. Y no precisamente por jugar a la lotería o a cualquier asunto del azar. No. Son los que tuvieron, tendrán y tienen , por usura, cuna o herencia. Poca lucha. Escasa moral. Más allá del tópico. Siempre bien rodeados. Aspirantes a aristócratas, incluso, aunque se les vea el plumero. Fabricantes de despidos masivos , porque les tiene sin cuidado. Visitantes de bancos. Esquiadores casi profesionales para seguir alternando. Están contra la fiesta nacional, por ejemplo, pero no dudan en meter estocadas a diario y banderillas al segundo. Visitan los salones de rayos uva y sus zapatos brillan como nunca. Tanto, que se diría que Aladino esta a punto de aparecer con su lámpara maravillosa para convertir en oro un poco más de lo que tocan. Expertos financieros, algunos ex pendencieros de complicados orígenes, pendonazos perdonados a si mismos que siguen subiendo peldaños sociales porque –aseguran públicamente, incluso- que van a crear empleo. Afirman, también, sentirse sensibilizados ante tanto desastre. Mencionan la anécdota (un vicio muy español, por cierto) universalizando lo propio. Pero no se mueven un ápice del sillón, desde donde la vida se ve de otra manera porque el tupido velo esta mas corrido que el wc de un sex-shop., del que es posible que hasta sean propietarios. En secreto, eso si. La pública subasta es otra cosa. Ayer, sin ir mas lejos, me comentaba un amigo lo siguiente: “Pues no me suelta el cabrón que todos los pequeños empresarios nos hemos ido a la mierda, como tiene que ser, y los grandes saldrán reforzados, como siempre?”. Y el tipo es vegetariano, ha firmado un manifiesto contra el maltrato animal, se hizo budista hará un par de años y lo peor de todo es que dice que es socialista. Acaba de cargarse a doscientos en una regulación y echa pestes del sindicato que le esta jodiendo la vida. Y apostados todos ellos, que son muchos, en la balaustrada de sus amplios balcones del ensanche, no importa la ciudad, es un detalle, apostados –insisto- contemplan las colas de los parados en la oficina del Inem con los mismos ojos ajenos que miran, sin alterarse, las imágenes televisivas del tercer mundo. Se sienten igual de lejanos. No les toca. No les corresponde. No son ellos. Se apresuran, eso si, a colocar al sobrino inútil con cara de after pero encorbatado , en cualquiera de sus empresas, o en el banco del amigo, para hacer nada. “Yo soy yo y los demás son ellos”, esa es su máxima.

“Primero se llevaron a los negros,
pero a mi no me importó
porque yo no lo era.

Enseguida se llevaron a los judíos,
pero a mí no me importó,
porque yo tampoco lo era.

Después detuvieron a los curas,
pero como yo no soy religioso,
tampoco me importó.

Luego apresaron a unos comunistas,
pero como yo no soy comunista,
tampoco me importó.

Ahora me llevan a mí
pero ya es tarde.”

Bertold Brecht

 

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