Blogia
Consuelo García del Cid Guerra

MARTIN

Tal día como hoy, poco después de la medianoche. Eso decía la noticia que anunciaba tu muerte. La leí al día siguiente, entre lágrimas y estupor. Habíamos hablado hacia muy poco. “Voy al concierto de Amnistía Internacional”, me contabas. Pero nunca llegaste. Alguien dijo “soy el diablo”, y la aguja primera se clavo para ti. Yo no lo sabía. He ignorado tantas cosas que he tenido ante mis narices que probablemente este  tallada por el santo patrón de las idiotas. Una vez, solo una, lo pensé. Era verano. Nunca llevabas manga corta, y te traiciono la camisa. Pude contemplar unos puntos azules. Será de un análisis de sangre reciente, me dije. Y nada más. Porque un yonki no va bien vestido, no se ducha, no se afeita, y le faltan dientes. No. Un yonki no podía ser tan guapo como tú lo has sido. Rubio, con aquellos ojos verdes cristalinos y de sonrisa generosa. Arrastrabas las eses de una forma muy personal. Noctámbulo, soñador, aventurero, peligroso y salvaje. “Una noche perfecta tiene que tener lo siguiente: Un buen polvo, unas buenas hostias y la prensa todavía caliente, recién salida de la imprenta, bajo el brazo, ya camino a casa”.

Nunca se sabia, contigo, camino hacia que casa. Tampoco con completa seguridad la edad que tenias, tu signo del zodiaco o cualquier dato personal. Desde entonces, el 11de Septiembre es una fecha maldita. Y vaya si lo ha sido. Miles de muertes sobre la tuya. Te vi por última vez con una camisa estampada de labios rojos, como si todos los besos recorrieran tu lomo de caballo perdedor. Dicen que te encontraron tendido en el suelo del despacho. Creyeron que era broma, y hasta te dieron patadas. Pero alguien dijo : “Dios mío, esta helado, me parece que no respira..”. Y a partir de ahí todo fue espantoso. Tu amigo se echo sobre ti. Sollozaba. Hicieron falta cuatro policías para arrancarle de tus brazos inertes.

Querías ser doble de escenas peligrosas. Te caías de balcones y te tirabas de las motos a gran velocidad. Dormías de día en cualquier parte. Te tape con mi abrigo en más de una ocasión. Siempre me acuerdo de ti, Martín.

0 comentarios