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Consuelo García del Cid Guerra

EXODO

Libra esta lluvia toda templanza sobre un lunes abrigado. La divina providencia, clandestinos embargos acusan serenamente puntos y comas previos a un bostezo sin noche. Decían los ciegos algo referente a las costumbres, su método azul celeste, piscina campo a través. Lectura en signos y a trazos de museo imaginario, allí donde tu estés, cuando quieras entrar sin miedo a la salida, publico y notorio, percibido, presente.

Una pecera inmóvil rindiendo pleitesía a su eterno cristal. Bohemia. Norte.

Deslenguada burbuja. No se trata de lírica, solo tu cicatriz, por boca de los vivos acuáticos solemnes. Aquellos que se abundan en la nada, pedigüeños de asilo, marcados de raíz. Se han malogrado alfombras pretendiendo dibujos, arruinado paisajes, desnudas sus mujeres, las apuestas vertidas sobre tapete gris. Carta marcada, farol, despiste. Sangre.

El nombre de una empresa limitada, lapicero afilado, araña empedernida. Techo raso. Tu estrella es tu mentira. El osado relámpago ha estallado en las venas, jaco de mala madre, feto que aguarda aun en la probeta, perdido por saberse, condenado a tu resto.

Suma debe y haber. Ese cuaderno ahora convertido en pantalla. Te mira, falseado, mientras se acerca un hada. Dudas de su existencia, ese ruido no es nada. Y al marcar hacia atrás las saetas, trucadas, bajo el panal de abejas se consiente la estafa. Aprendido, mordaz. Abracadabra.

Rubrica y talismán. Impermeable acusas la tardanza de un lirio que debido a tus muertos insiste en los floreros. Alambrado a la espina coronada del verbo, apellido sin nombre, adelantado, regio.

Torrente y lupanar cayeron al interno tras tanta masa gris sin pentimento

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