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Consuelo García del Cid Guerra

social-Mente

 
 

Avanzamos con suma rapidez hacia lo inmediato, siempre apresurados. Se nos escapa el tiempo de forma natural y resulta prácticamente irremediable. Invertimos tal entrega física, psíquica e incluso mental en el trabajo , competimos , funcionamos contra reloj y en realidad contra natura para mantener nuestro espacio, cada vez más costoso y mínimo.

“Ser un asalariado es convertirse en mediocre”, suele ser la frase favorita de los vagos por vocación, el discurso de determinados supuestos "artistas" y el final de una desestructura siempre respetable pero que desencadena ayudas forzosas de último recurso. Las llamadas “pensiones no contributivas” que cobran personas jóvenes que nunca han trabajado, o lo han hecho de forma irregular, tanto como sus vidas, empeñadas en funcionar de un modo marginal pero estrecho, resultan escasas a la hora de mantener un techo, atender suministros y alimentarse. En realidad, es imposible subsistir con ellas sin acudir a comedores sociales o albergues. El origen de esas carencias, parte en ocasiones de una elección arriesgada en busca de libertad. Lo patético es que muchas veces nos convierte a los demás en auténticos gilipollas. Tienen todo el tiempo del mundo para pensar, pero su discurso es una inagotable queja. Son el lamento personificado, llorones y gorrones. Pretenden convencernos de que somos unos privilegiados. Desconocen, por ejemplo, el coste de la luz, el agua o el gas, porque en su vida han estado dispuestos a contratarla por sí mismos, puesto que al mismo tiempo tampoco han tenido casa propia. Tras pasar por todos los amigos –como si de enfermos incapacitados se tratara- dando sablazos, dejándote sin tabaco, agotando el saldo de tu móvil y asaltando la nevera, pasando las noches viendo todos los canales de la televisión mientras tu duermes porque a las siete debes estar en pie para fichar en la empresa, tras todo eso y mucho mas, uno acaba hasta las narices.

No son hippies, ni bohemios, ni genios incomprendidos. Son unos jetas y tienen un morro que se lo pisan. Cuando durante años su situación no ha cambiado e insisten en ser “antisociales" e ir "contra el sistema" hasta que la administración les concede la no contributiva a costa de las contribuciones de los demás, y uno comprueba como la pasta les dura menos que un caramelo a la puerta del colegio puesto que se lo revientan de una patada celebrando no se sabe que, e incluso invitando a su peor enemigo a copas, porritos o lo que se tercie según temporada o estado de animo, entonces, justo entonces, es cuando definitivamente se les manda a la mierda.

Lo suyo no se trata de ningún tipo de enajenación mental transitoria. Viven de lo ajeno al tiempo que cualquier responsabilidad, por pequeña que sea, les es también ajena. Según las estadísticas al respecto, son minoría, pero están siempre cerca dando la vara.

Te los encuentras a primera hora, leyendo el periódico en la terraza de un bar, justo cuando esta a punto de llegar tu autobús, ese que no puedes perder, porque eres un-a mediocre asalariada que forma parte del sistema, y hagas lo que hagas, para ellos siempre va a ser así.

 

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