NO PUEDO DECIRTE ADIOS
Había una vez una mujer de azúcar.Viajó por Europa sin equipaje apenas, se quedó en Madrid construyendo lugares.
Hubo dos apellidos, dos sangres, dos hermanos.
Su hermana del alma es mi amiga perenne.
Ella
Siempre sonríe, siempre dibuja, sabe de pájaros y conoce todas las lluvias.
Su voz es feliz como sus ojos, transparente, con calor de abrazo sin retorno.
Pero
Los asuntos dicen y me obligan hoy a despedirla : No quiero, no sé, no me parece
Sé que duerme tranquila y que en cualquier momento
nos pedirá un pitillo y un vaso de cerveza.
Luz y cielo se quedan.
No doy gracias a nadie, qué
traición el destino, qué injusta la condena.
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