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Consuelo García del Cid Guerra

NO PUEDO DECIRTE ADIOS

Había una vez una mujer de azúcar.Viajó por Europa sin equipaje apenas, se quedó en Madrid construyendo lugares.

Hubo dos apellidos, dos sangres, dos hermanos.

Su hermana del alma es mi amiga perenne.

Ella

Siempre sonríe, siempre dibuja, sabe de pájaros y conoce todas las lluvias.

Su voz es feliz como sus ojos, transparente, con calor de abrazo sin retorno.

Pero

Los asuntos dicen y me obligan hoy a despedirla : No quiero, no sé, no me parece

Sé que duerme tranquila y que en cualquier momento

nos pedirá un pitillo y un vaso de cerveza.

Luz y cielo se quedan.

No doy gracias a nadie, qué

traición el destino, qué injusta la condena.

 

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