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Consuelo García del Cid Guerra

Atravesamos la Plaza Mayor de Madrid.Era ya muy tarde y no había un alma.El viento helado nos abofeteaba la cara.De pronto, me paré y le miré fijamente a los ojos.

-Qué pasa, me preguntó.

-He tenido una sensación muy extraña--como un aviso, no sé...

Dos meses después, él me dijo que le quedaba muy poco tiempo de vida.

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