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Consuelo García del Cid Guerra

cuenta atrás: 48 HORAS para el 2009.

Lunes 29. Faltan dos días para que termine el año y curiosamente uno se agarra con fuerza a las veinticuatro horas restantes de este 2008, sabiendo de antemano que el 2009 va a ser un desastre. El desastre alcanza rápidamente la cumbre más borrascosa que jamás se ha visto en muchos, muchos años.

Esta mañana he acudido a mi empresa tras varios días de fiesta en los que he querido olvidarme de todo. Casi lo he conseguido. Antes de quitarme el abrigo, me informan de que ninguno de nuestros clientes ha pagado. Ni uno. Mails excusándose con argumentos comprensibles, pero insoportables. Las multinacionales reducen plantilla de cien en cien. No hay liquidez. No hay tesorería. Decido visitar mis bancos en espera de paciencia y algo de comprensión. Varios árboles de Navidad con sus luces multicolores me parecen luces de alarma. De pronto me asusta el rojo y sólo ante el semáforo me siento segura, el rojo suyo no miente, los coches, de momento, siguen parados y respetan al peatón. Menos mal.

Entro en mi oficina de La Caixa. La cola es alarmante. Esa nada dulce espera me obliga a escuchar los comentarios de varios clientes. No han cobrado la nómina ni la paga extra. No tienen dinero y los recibos se cargan en la fecha de siempre, por lo que les serán devueltos con el consecuente recargo. Mientras espero, de pié, me llama una amiga, muy asustada. Su marido lleva en la misma empresa treinta años y por primera vez no ha cobrado, y le han dicho que no saben cuándo, puesto que los clientes no les han pagado y en consecuencia no pueden cubrir las nóminas. Más de lo mismo. Me propongo no asustarme. Espero. Al fin llega mi turno y me dicen que no, que no pueden aguantarme más descubierto. Reviento la visa mientras me revientan la vida, no sólo a mí, a mis trabajadores. Dos días. Tengo cuarenta y ocho horas para encontrar una solución que no sé dónde está. Los clientes siguen esperando con la cartilla en la mano, que de pronto me parece la cartilla de racionamiento. Hace mucho frío. Tecleo con los dedos helados. No voy a desesperarme, ya pensaré mañana

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