La movida madrileña dejo una estela de color y cementerios prematuros, música y presencia con nombres de grandes que se marcharon demasiado pronto y vivieron aprisa, muy aprisa:” Muere joven y serás un hermoso cadáver”, era uno de los lemas que aparecían escritos en las paredes de la gran ciudad.
“La droga mata, déjennos morir lentamente”, otro de ellos. Esas frases que en su momento parecían tener un cruel significado al tiempo que fueron verdades ofensivas, se han hecho realidad de una forma u otra.
Antonio Flores se fue catorce días después de la muerte de su madre, con 33 años. Las drogas fueron una constante en su vida, un ir y venir para nunca mas volver. Tino Casal murió en un accidente en 1991 siendo la única victima. Excéntrico, daliniano y adelantado, su música continúa editándose. Enrique Urquijo, de “Los secretos”, murió por sobredosis en 1999 sin llegar a conocer el nuevo siglo. Su cadáver apareció en un portal de Malasaña.
Carlos Cano falleció en el año 2000 debido a sus problemas de corazón. Fue el reivindicador de la copla por excelencia, a la que dedico toda su vida.
Carlos Berlanga, el autor de “Bailando”, falleció a los 42 años de una enfermedad hepática. Formo parte de “Kaka de luxe” y “Alaska y Dinarama”.
Manolo Merce fue con “Los Secretos” y “Nacha Pop” uno de los grandes impulsores de la movida. Formo parte del grupo “Mama”. Murió de un infarto en el 2004.
“Madrid me mata”, otra de las frases divulgadas por los fanzines y la prensa marginal.
Hoy y ahora nos despedimos de Antonio Vega pensando que el resto son supervivientes. O que lo somos : Todos. La generación perdida existe en un mundo distinto al que nos toco vivir, entre grandes confusiones, apuestas, ataques y experiencias que pudieron costarnos la vida. Una dictadura, un país que amanecía lentamente queriendo vivir como nunca jamás, una necesidad de expresión por todo lo callado. Música, pintura, escultura, cine, literatura…explosiones constantes manifestando la necesidad de ser y de decir. El “daño” personal e intransferible de unos tiempos complicados, en permanente rebelión ( porque España nos hizo asi) e intentando por todos los medios una revolución particular mas allá del patio de nuestra casa, siempre tan particular. Los nombres de los grupos musicales ( Tarzan y su puta madre buscan piso en Alcobendas, Semen Up, Mama ya lo sabe, No se lo digas a nadie..) eran como un esputo indecente lanzado al rostro de un pasado inmediato que nos daño como nadie, excepto nosotros mismos, pagando un precio muy alto sobre la sensibilidad a flor de piel. No somos victimas pero si pagamos peaje por pensar. Por hablar, por escribir, cantar, dibujar, esculpir… por contar y vivir historias molestas, distintas del resto. Por una marginalidad voluntaria en busca de la verdadera identidad. Personas muy valiosas nos han dejado para siempre. Jugando con el cuerpo y la maquina hasta que un día reventó, tras entrar en talleres de reparación demasiado aprisa.
Jóvenes con salud de viejo, viejos con cara de jóvenes. La mirada profunda, los gestos encontrados, nuestro saco de huesos desarmado a fuerza de insistir. Hippies que después fueron yuppies, estructuras mal entendidas sin regreso, restos de todos los naufragios. Solo una minoría, como todo lo autentico, ha seguido siendo y haciendo lo mismo de siempre: Todavía hoy, el precio moral es elevado.
No somos los dueños ni los herederos de la fiesta. Quizás si los dueños de la poesía y del malvivir, sálvese quien pueda. Los conversos, que ahora hasta les molesta el humo del tabaco cuando se han metido de todo, son los que me resultan insoportables. “Creo en ti”, me dijeron una vez. Y ese es el mensaje. La autenticidad se lleva en la cara, marcada por arrugas existidas a fuerza de sufrimiento interior. La lucha va mucho mas allá de las pancartas, supone toda una vida, y por ella presento mis respetos a los muertos de la generación perdida, los famosos y los anónimos, cuyos cadáveres fueron encontrados en la calle, en los hospitales o en sus casas. Vivieron con la intensidad necesaria que exige ser y no pasar de largo. Por eso no se olvidan. Heredamos su sombra y sentimos la fuerza de su sangre roja, como los claveles reventones.
Yo me encontré muerto a mi amigo Martín hace ya veinte años en la empresa donde trabajábamos. Habíamos quedado en asistir al concierto de Amnistía Internacional. Una sobredosis se lo llevo en Septiembre. Tenía 29 años. Ni un solo día de mi existencia he dejado de pensar en el. Estas palabras son para Martín, que no llego a conocer internet, ni los teléfonos móviles. Fue doble para escenas peligrosas en el cine, y ninguna de ellas, por salvaje que resultara, le mato. Se lo llevo la heroína adulterada. Decía que “una noche perfecta significa un buen polvo, unas buenas hostias, y volver a casa con la prensa caliente, recién salida de la imprenta”, y es lo que hizo durante toda su corta vida. Para la mayoría, solo fue un yonki. Pero era mi amigo. Le sigo queriendo y soy su chica de ayer. Nos encontraremos en el paraíso.
0 comentarios