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Consuelo García del Cid Guerra

TELE Y ESPECTADORES

Tuvimos una televisión en blanco y negro cuando España era gris. Solo existían dos canales y el “mando a distancia” no era otro que el de “cariño, levanta y dale al botón de la segunda cadena, a ver que sale”. Hubo grandes programas como “Estudio 1”, “La Clave”, “A Fondo”. Debates interesantes (dentro de lo –entonces- permitido), en los que no se acostumbraba a gritar, descalificar, tapar el discurso de otro o insultar sin más. Teníamos mucho de menos. La libertad de expresión brillaba por su ausencia mientras que se manipulaban las conciencias. Tuvimos, también, revistas “del corazón”, casi siempre con los mismos protagonistas: Bodas, bautizos y comuniones de aristócratas, notas de sociedad de las consideradas “familias de alto copete” o  advenedizos que con tal de aparecer en la foto pagaban el espacio.

De las nietas del dictador, acabamos hasta las narices. Monísimas, perfectas, piadosas, estudiosas y ejemplares.

Puestas de largo, fiestas de señoritas acicaladas como Barbies pero al estilo “Teresiano” en busca de marido con posibles. Los comentarios y pies de foto no tenían desperdicio. Parecían sacados de la sección femenina o de un catecismo reciclado que intentaba seguir los compases de la yenka con guitarra y pandereta.

“Garbo”  (ya desaparecida) fue la revista mas osada y escandalosa de la época. Nos mostraba a las actrices en bikini y las fiestas de Marbella. Creo recordar que fue censurada por unas fotos en las que aparecía un famoso torero con su amante.

Ni Guatemala ni Guatepeor. La mala educación no es moco de pavo. Ese pasado mediático que siempre estuvo en pañales, no debe ser objeto de comparación ni ejemplo. Pero es que la técnica ha avanzado una barbaridad. Esto es el imperio grotesco, el patio de la corrala, el arrabal de diseño y la guerra de audiencias. La televisión basura se mantiene con espectadores expectantes. Cuanta más mierda saca y por mucho que apeste, mas suben las estadísticas. Ese llamado “periodismo de investigación”, en manos de huelebraguetas de oficio que en grupos reducidos interrogan al último pringado cuya dignidad se pierde en tres segundos para contar mentiras, intimidades, cotilleos de baja estofa acompañados de traiciones, insultos y amenazas, ese “periodismo”, insisto, genera una pasta tan indecente como las cantidades que se barajan al negociar los cachés. Ahí no hay crisis que valga. Tanto cuentas, tanto cobras. Seas quien seas y digas lo que digas.

¿Por qué no se plantean seriamente un debate de parados en el que se muestre la cruda realidad diaria? Aprenderíamos mucho, créanme. Pero no con forma de “reality” o “talk swow”, que a esos les despachan con un billete de avión y cuatro perras en concepto de derechos de imagen para contar su drama. Y cuanto mas escabroso o marginal resulte, chute de audiencia que sube. Reivindico la realidad de nivel. La verdad, la autentica conciencia social.

La ayuda directa al necesitado. Porque resulta que los “telemaratones”, no me los creo. Forman parte del espectáculo y son más de lo mismo. Acudan a las oficinas de empleo de todo el país, háganse con la cifra real de parados y convoquen una maratón contra la soledad, los desahucios, la falta de comida, los cortes de suministros, las cuotas mensuales que ya no se pueden pagar desde hace meses, los créditos, las penas, la desesperación y el tedio.

Son muchas las cadenas, pero no han conseguido unir a nadie. Para la cruda realidad, no son necesarias sus celebres cámaras ocultas.

La televisión de antaño nos privó de muchas cosas. Se cortaron las escenas apasionadas, los desnudos, cualquier signo de sensualidad o erotismo.

Pero sobre todo, se cortaron los besos.

Quiero dejarlos  aquí y ahora. Son para todos los que sufren, victimas de la crisis económica o personal. Para mis amigos muertos y para los que, vivos, me acompañan en este largo camino plagado de miedo y dificultades. Y eso no tiene precio.

 

 

 

 


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