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Consuelo García del Cid Guerra

CIAO

“Hoy he visto la luz que retirábamos

y al sastre del delito que me enseñaste a ver

sin mirar el perfil ni preguntar a nadie.

Cuando sólo tú y yo entre el mundo y sin sábanas.

Cuando sólo eras tú, cuando te amaba yo.

Cuando todos los días nos marcaban las horas.

Cuando se acabó el tiempo.

Cuando tu brazo enfermo se enredaba en el mío.

Cuando te obligué a ser.

Cuando me derramaste.

Cuando sólo era yo. Cuando tu lengua rota.

Cuando nada contaba excepto amanecer.

Cuando el efecto muerte se deshizo en el lodo.

Cuando me caí yo.

Cuando me preguntaban si tú eras mi esposo.

Cuando tú asegurabas que era yo tu mujer.

De todo aquello queda una cuartilla breve,

ya sabes, esos papeles gruesos que te dicen adiós.

Dos fechas;

tu nombre en letras negras,

como un himno,

y ese toque de queda ,

tu memoria,

mi vida,

la tuya que fue nuestra, sin carne derramada.

Quedó pendiente un vals y el resto,

incluso de una conversación .

Hoy he visto el regreso de los pájaros pegados al calor

a medias el otoño ,

 y aquel gesto en tu mano,

 cubriéndote del sol.

Sé que has llegado.

Esa íntima luz , inevitable, es mía. Es mía, y la conozco sólo yo.”

 

 

Estos versos pertenecen a la última parte de  un poema titulado “CREDO”, que escribí hace ya varios meses. Alguien a quien admiro mucho, lo leyó y me dijo: “El poema me ha dejado clavado. Literalmente clavado”.

 

Lo escribí para ti. Todos los años, el 9 de junio, permanezco despierta hasta las dos de la madrugada. La hora exacta en que te fuiste para siempre. Y ese día escribo sobre ti, porque te rendiré homenaje hasta la muerte. Acostumbro a publicarlo en mi blog. Ahora tengo un periódico digital. Te encantaría, lo sé y escribirías artículos magistrales sobre ópera, política o cualquier  tema social de lo que  te hacían reaccionar.

Internet es un instrumento mágico, tanto para bien como para mal.

 

Me escribió hace tiempo un belga que aseguraba haberte conocido. “No te fíes –me aconsejó una amiga- hay mucho tarado en esto”. Tenía razón. Era todo mentira. No sé si quería escribir una novela a nuestra costa, o tal vez buscaba morbo. No lo sé. Ya no importa.

Cuando me dijiste: “Alguien hablará alguna vez de mi en un bar., y poco más”. Yo te juré que escribiría nuestra historia, y que cientos de personas aplaudirían al escuchar tu nombre.

He escrito la novela: “Te la quitaré aunque esté muerto”. Lo sabes. Seguro que lo sabes. Tu hermana la ha leído cuatro veces. Le pedí permiso antes de enviarla a las editoriales.”¡Adelante!”, me dijo, “vuestra historia de amor fue preciosa”.

Este 9 de junio, un chico italiano intentaba localizarme a través de la red. Tecleó tu nombre en google y leyó todos mis artículos. Vio tus fotos. Al fin, dio con el periódico y pudo escribir un comentario. Quería hablar conmigo. Escarmentada de tanto fantasma cibernético, tuve mis dudas y le pedí a una amiga que contactara con él. Yo no me atreví. Sigo siendo la misma idiota confiada de siempre y no quería tropezar dos veces en la misma piedra. Mi amiga es mucho más prudente y lista que yo. “Me parece una persona seria y educada”, dijo, entre otras cosas. Y me tiré a la piscina. Hablamos por teléfono durante más de media hora. Era cierto. Te había conocido y te había amado. Sabía que estabas muerto porque tu madre le hizo llegar por correo el recordatorio.

No sabía lo nuestro, pero algo imaginaba al leer todo lo que durante catorce años he ido escribiendo. Continúo sembrando tu memoria y consigo mantener tu presencia. “Tengo que coger un avión cuanto antes para conocerte”, dijo. “Tenemos tanto, tanto de que hablar…”.

Fue ayer. Dos completos desconocidos nos encontramos por ti. El te conoció en una época anterior a la nuestra. Traía todas las cartas de amor que le escribiste: originales y fotocopiadas. Me entregó un dossier con todas ellas. Yo llevaba algunas fotos .Le conté nuestra historia y la comprendió al instante.

 

Una de las cartas añadía la siguiente posdata: “Los pétalos son de una rosa que ayer llevaba en el ojal del traje en una cena a la que asistí. Me habría gustado dártela en persona”. El me mostró el sobre. Los pétalos estaban allí, secos y reducidos por el paso del tiempo, puesto que pertenecían a 1984.

Quédate con la mitad” –me dijo-.

Estuvimos hablando más de nueve horas sin parar. No lloré. Quiero que sepas que no lloré. Me sentía feliz, en paz, contigo y con él.

-¿Nunca te hablo de mi? – dijo.

- Nunca me hablo de ninguno, jamás .Esta noche te mando la novela y lo entenderás. La nuestra, fue una historia de amor y muerte, no tenía futuro, y yo lo sabía. Toda su vida estuvo dentro del armario.

Las horas pasaron rápidamente y el tenía que coger el avión de vuelta.

-¿Vas a leer hoy las cartas? –me preguntó.

- En cuanto llegue a mi casa. Ahora mismo.

 

El me llamó muy tarde. Hablamos hasta las dos y diez de la madrugada, y se lo dije. Y el volvió a preguntar:

- ¿Nunca le escuchaste decir mi nombre, nunca te hablo de mi?.

- Nunca. Pero estoy segura de que has sido el hombre de su vida. Lo he leído todo, y por eso lo sé.

 

 Me metí en la cama, pero no podía dejar de pensar. De pronto, como si de una aparición milagrosa se tratara, recordé algo definitivo. Pocos días antes de ingresar en el hospital, me regalaste un cd de Claudio Baglioni. Yo no conseguía  entender como a alguien como tú, amante de la ópera, le pudiera gustar ese cantante italiano y te lo dije.

-No me gusta – contestaste - Es una canción, solo una: "UN PO DI PIU".

La escuchamos en italiano. Tú traducías la letra al español y yo la escribía.

Me dijiste:

- Es el amor que siento por ti y nunca creí que podía volver a sentir por nadie, y menos  por una mujer. Sólo he amado de verdad a un hombre. Todos los demás han sido algo, poco, o menos.  La mayoría, nada. Fue el hombre de mi vida como tú eres la única mujer de mi vida, de la poca que me queda.

-¿Era italiano? –te pregunté.

No contestaste, como casi siempre pero una inmensa sonrisa inundó tu rostro por primera vez, en nueve meses.

La letra de esa canción aparece en las primeras páginas de mi novela. Él la estaba leyendo. Salté de la cama y encendí el ordenador: Necesitaba escucharla

 

 

 

http://www.youtube.com/watch?v=V3x_ENjtjYM

 

 “UN POCO MÁS”

                                                            

Sirenas de barcos se enredan al viento.

La radio murmura la publicidad.

Un beso pequeño se posa en los labios.

La sombra de una caricia.

Un hilo de sol se refleja en la cama.

Triste el espejo, quieto el reloj.

Palabras secretas, secretas miradas

¿y cómo podré decirte

que tú eres...más...

que el vino, más que el agua, más

que la piel, más que los huesos, más

que las piedras, que la hierba, más

más que algo, más que todo, más

más que el suelo, que el tejado, más

que el invierno, que el verano, más

que la tapia, más que el patio, más...

un poco más?.

Una virgencita fosforescente.

Flores de plástico, colcha marrón.

Las medias tiradas con gesto indolente.

Y el día que va pasando.

La nevera suena en la cocina.

Y tú canturreas haciendo el café.

La larga tristeza de la mañana.

¿Y cómo gritarte, amor,

que tú eres... más...

que el frío, más que el lecho, más

que el cabello, que las manos, más

más que el llanto, que la risa, más

más que cientos, más que miles, más

que el dinero, más que el oro, más

que la calle, más que el parque, más

que los meses, que los años, más

un poco más?

Sirenas de barcos jugaban al viento...

y tú eras un poco más,

más

más que el grano, más que el heno, más

más que el aire, más que el sueño, más

más que el perro, más que el coche, más...

 

Claudio Baglioni.

 

Le he mandado un correo.

“Caro:

Tras leer las cartas que te escribió, ayer dije que has sido el hombre de su vida. Hoy te lo juro. Jamás pronunció tu nombre, pero esta noche he descubierto como me habló de ti. Pocos días antes de ingresar en el hospital, me regaló un cd de Claudio Baglioni.

 No conseguía  entender como a una persona que amaba la opera, le pudiera gustar ese cantante italiano. Y se lo dije.

-No me gusta, contestó..  Es una canción, solo una: "UN PO DI PIU".

La escuchamos en italiano. El traducía la letra al español y yo la escribía.

Me dijo: " Es el amor que siento por ti y nunca creí que podía volver a sentir por nadie, y menos por una mujer. Sólo he amado de verdad a un hombre. Todos los demás han sido algo, poco, o menos.  La mayoría, nada. Fue el hombre de mi vida como tú eres la única mujer de mi vida, de la poca que me queda.”

-¿ Era italiano? –le pregunté.

-No me contestó, como casi siempre. Pero una inmensa sonrisa inundó su rostro por primera vez en nueve meses.

La letra de esa canción aparece en las primeras páginas de mi novela.

En italiano, la palabra "ciao", significa tanto "hola" como "adiós". La utilizáis al encontrar a una persona y también al despediros.

Ayer, el nos dijo ¡CIAO!. Nos dijo : ¡HOLA!,  porque no se ha ido.

Todo esto es un milagro. Un regalo del destino y de la vida. Un lujo que muy pocas personas encuentran. Me tienes para siempre, incondicionalmente. En cualquier parte del mundo, en cualquier momento de la vida, estaré. Te dejo el youtube con la canción. Yo la escuche mil veces con él antes de morir, pero tú no pudiste, y esa canción la tenemos a medias, como los pétalos de esa rosa”.  

http://www.youtube.com/watch?v=V3x_ENjtjYM

ESCÚCHALA AHORA, POR FAVOR.

Hablamos esta noche. Ahora no puedo, porque sé que lloraría.

Baccio, baccio, baccio. Ciao.”

 

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 Hoy he visto el regreso de los pájaros pegados al calor

a medias el otoño ,

 y aquel gesto en tu mano,

cubriéndote del sol.

Sé que has llegado.

Esa íntima luz, inevitable, es mía. Es mía, y la conozco sólo yo.

 

 

 

 

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