Escribes?
¿Escribes? … pues te acompaño en el sentimiento. Una se pregunta a menudo como se alcanza el reconocimiento. No basta con “saber hacerlo” o con un supuesto o cuestionado talento. Escribir es una droga dura. Cuando descubres que lo necesitas porque te apasiona y que no puedes ni debes dejar de hacerlo jamás, empieza tu calvario. Horas arrancadas al sueño, grandes espacios solitarios con el único ruido de las teclas, neurosis, una historia encallada, poemas a medias, y en el fondo tu mismo silencio compartido.
Entrar en los parnasillos literarios es como entrar en la corte. Irrumpir en los certámenes (tantas veces otorgados a dedo o de antemano) con la esperanza de que algún jurado realmente te lea, resulta tarea inútil. Esperar al editor como si de un fenómeno metereologico se tratara, al tiempo que aparece algún que otro agente conocedor del oficio y sus laberintos que te informa sin escrúpulos de la desoladora realidad, es como encontrar oro en las catacumbas.
El mundo editorial esta en crisis, obviamente. Y el escritor se mantiene contra corriente. Solo. Más solo que nunca. Ahora se cobra por publicar. Es decir, tu obra no vale nada, porque debes pagarla tu mismo si quieres verla impresa y en las estanterías de las librerías. El coste de un libro ronda los tres mil euros.
Existen otras alternativas, claro. Internet ha generado un nuevo modelo de negocio a partir de ejemplares que se van editando uno a uno según las ventas. La promoción no existe, es decir, el propio autor se busca la vida como puede. Hace pocos días hablaba del bueno de Barral, que rechazo el original de “ Cien años de soledad”, craso error que le acompaño hasta la muerte.
Por otro lado, proliferan las escuelas de escritores y los talleres literarios. No tengo nada en contra, pero nunca he participado en ninguno. Parto de una base probablemente anacrónica, lo confieso. Creo que nadie puede ni debe escribir con faltas de ortografía, por ejemplo.(Anticipo el perdón, porque seguramente se me cuela algún acento, tengo el teclado desconfigurado y el corrector standard no lo reconoce todo) y no creo que a nadie se le pueda enseñar a escribir si no lleva dentro de si ese gusano- tenia que te consume por dentro.
A escribir se aprende leyendo. Aunque cuando al comprobar, por ejemplo, los mas de diez millones de ejemplares vendidos de una novela infame como “Perdona si te llamo amor”, que me recuerda a aquellas novelas para adolescentes de José Luis Martín Vigil, una se queda de piedra. En cualquier caso, la palabra best-seller significa “record de ventas”, y no hay que confundir cantidad con calidad, of course.
Tengo una amiga editora que ha tenido que cerrar. Ha trabajado como una fiera, jamás cobro un euro por publicar a nadie, organizaba extraordinarias presentaciones en el Circulo de Bellas Artes, se preocupaba de la distribución y mantenía una excelente relación con todos los escritores Lo ha hecho muy bien y le ha salido muy mal. ¿Debe sentirse fracasada? En absoluto. Será de las pocas empresarias que no ha especulado con nada ni con nadie y que ha respetado a los poetas, valorado sus obras y considerado personas. Se supone que es lo elemental, pero por desgracia, se hace escaso
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