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Consuelo García del Cid Guerra

RAFAEL ESCOBEDO

 

 

 

 

Fue en Agosto de 1980 cuando la España negra inundó el verano de sangre. El asesinato de los Marqueses de Urquijo , cual argumento de película americana pero aquí, en casa, donde el rancio abolengo, la aristocracia y señoritos troneras “sólos o en compañía de otros” (Así decía el fallo del tribunal, gran frase), se cargaron al noble matrimonio de madrugada, entrados en copas y pasados de vuelta. Antes de que el gallo cantara les habían pegado una ristra de tiros y yacían muertos, cada uno en su cama.

 

El crimen tenia todos los elementos necesarios para una novela negra : Hijo retraído, hija díscola que casa con el indebido, yerno resentido, mayordomo, administrador, las criadas, los amigos del yerno y el amigo americano, amante de la hija. Los marqueses, tacañones donde los haya y más agarrados que un chotis, no les soltaban un duro a los hijos. Ella, la dulce heredera, trabajaba en una empresa de las llamadas “multinivel”, es decir, la famosa venta piramidal de detergentes y demás donde convierten al trabajador en vendedor, que a su vez, es presionado para dar el gran coñazo a todos sus amigos, conocidos y circundantes, primero para que compren los artículos en cuestión, y mas tarde para convertirlos, también en vendedores. Cutre. Mucho, y más para la hija de unos marqueses. ¿Qué hacía una chica como ella en una empresa como aquella?, porque ahí estaba, adherida al director, su americano del alma,( el “otro”) con el que años más tarde casó, tuvo hijos, y con unos cuantos años más, se divorció del mismo. También estaba Rafael Escobedo, sí. Ya puestos en ambiente, imagínense a una futura marquesa y marido vendiendo detergentes.a comisión, sin sueldo fijo, y acudiendo a reuniones triunfalistas de sonrisa profidén. Inaudito, eso por lo menos Golden se llamó la sociedad y recuerdo perfectamente la lata que una señora le dió a mi madre para que comprara los productos en cuestión. Más tarde crearon Shock, una firma de bisutería bastante lograda cuya organización pasaba por el mismo sistema multinivel. Las joyitas falsas daban el pego.

Los hijos eran conocidos entre el círculo de amigos como “los pobres”. El ambiente familiar en casa de los Urquijo era irrespirable.

El crimen nunca quedó del todo claro y estuvo rodeado de incógnitas .Misterio sobre misterio aumentaba el morbo. Rafael Escobedo, entonces ex marido de Miriam de la Sierra, se confesó culpable. Aquel hombre de gesto desvalido e ingenuo parecía tan culpable como inocente. Atrapado en el enganche amoroso, rencoroso y mal perdedor. Fue condenado a 53 años de prisión.

Sus dos amigos :Javier Anastasio (fue declarado coautor y huyó a Brasil con documentación falsa tras cumplir la máxima prisión preventiva), y el otro, Mauricio López Roberts, marqués de Torrehermosa,( fue también procesado como encubridor de Anastasio y posteriormente encarcelado) . No obstante, en las declaraciones de Escobedo quedaban muchos puntos oscuros, dejando entrever que conocía los nombres de otros supuestos cómplices de los que nada se supo nunca. Rafael Escobedo se desmoronó en la cárcel, enganchándose a la heroína. Su mirada perdida y aquel tono de voz tembloroso le retrataban como a un animal herido, nunca del todo culpable, nunca del todo inocente, pero sí cabeza de turco de una masacre nunca aclarada. Cuando dijo que estaba dispuesto a contar toda la verdad en un programa del Loco de la Colina, que le entrevistó en el penal del Dueso,  firmó su sentencia de muerte.

Apareció ahorcado en su celda pocos días después. Tampoco esa muerte ha quedado clara. Muchos aseguran que recibió ayuda para matarse, otros que fue asesinado para impedir la última y definitiva declaración.

Las imágenes de su abogado, Marcos García Montes, sollozando a la salida del sepelio abrazado a un árbol, tocaron muchos corazones.

Años más tarde, creo recordar que en el 93, tuve ocasión de hablar con uno de los policías que llevaron la investigación, y fue inevitable preguntarle sobre el caso Urquijo. Me aseguró que fue Rafael Escobedo el inductor, pero ni el ni nadie tuvieron jamás la completa convicción de que apretara el gatillo.

Escobedo fue detenido ocho meses después del crimen cuando un policía que estudiaba Derecho, José Romero Tamaral, le siguió hasta una finca de Moncalvillo de Huete (Huesca), donde encontró unos casquillos que se demostró habían sido disparados con la misma arma que mató a los marqueses.

Hoy, a Rafael Escobedo se le habría concedido, probablemente, la libertad condicional, tras obtener el tercer grado. Quizá algún programa televisivo incluso le daría espacio. Puede que hasta escribiera sus memorias. La realidad es que se cebaron mucho con él. Mucho. Se quitó la vida o le mataron, quien sabe. La realidad es que él mismo confiesa en estas imágenes que quería morirse. Le denegaron permisos a pesar de haber cumplido la cuarta parte de su condena.

La propia Margarita Landi, ya fallecida, especialista en crímenes, afirmó que ella jamás investigaría el caso Urquijo porque “apreciaba demasiado la vida”.

 

 

http://www.youtube.com/watch?v=RWsNNZHuSZ8

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