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Consuelo García del Cid Guerra

la familia

 

 

 

 

 

 

“Ya se que es un tópico, pero de verdad, de verdad…parece mentira”. Me lo ha escrito mi amiga. (Por un momento iba a decir “una amiga”, pero no, se trata de mi mejor amiga, por tanto : MI). Eso me ha dicho al comunicarle la buena nueva. Nunca pensé que sucedería tan pronto. Tampoco demasiado tarde y ni siquiera, sinceramente, que podía suceder. Acaso el trabajo infinito de educar y luchar por dos hijos me dejo exhausta. Ser madre es el trabajo más agotador que existe. También el más gratificante. Intentas por todos los medios (y en ocasiones sin ellos) transmitirles tus valores y tu forma de ver la vida. Pero ellos, como tu, eligen en el momento preciso, cuando tienen uso de razón suficiente y autonomía para salir solos a la calle, marcar un numero de teléfono, escoger la ropa, decidir colores e iniciar lecturas. Se dice que los hijos varones crean menos problemas. No lo se. Los hijos van acompañados, forzosamente, de multitud de problemas. No se puede ser buena madre si no se es buena persona. Se mide con los actos y la línea de conducta. Proceder con los hijos es actuar uno mismo prolongado al futuro, en busca de lo mejor. Intentas que no cometan tus errores y te enseñan como se cometen otros mayores con facilidad. Puede que debido a las distintas generaciones que crean diversas degeneraciones. Otros tiempos. Y es tremendamente cierto: El suyo es otro tiempo, que aunque te corresponda, ya no forma parte de la juventud, no de la tuya. Pensar que tu hijo es tu amigo es un gran e imperdonable error. En cualquier momento nos mienten, esconden algo o no nos dicen la verdad. No es fácil saber en que periodo una no debería hacer mas preguntas, cuando se deja de confiar o cuando se confía. Las parejas se cambian, pero los hijos permanecen, son para toda la vida. No existe “mayoría de edad” en el corazón. Son para siempre. Estarás ahí, pendiente, en espera. Ayudaras aunque te quites el alma por ellos. Rajaras tu propia vida de cuajo cuando te necesiten, no importan sus años, su estado o situación.

No soy ya demasiado joven ni demasiado mayor. Es, supongo, el momento justo. Tengo energía, fuerza, iniciativa, ilusión y paciencia. Toda. Quizá más que cuando ellos eran pequeños. Esta noche he imaginado el momento, y me he sentido afortunada de no tener que estar nueve meses encinta. Mi nuera lo esta haciendo por mi. Tampoco sufriré dolores de parto ni me ingresaran en la clínica. Ese nuevo ser que crece en las entrañas va a ser mi primer nieto. Fui madre muy joven, por tanto, me corresponde ser una abuela joven. Podré contarle mis propios cuentos y leerle poemas. También podré explicarle historias que seguramente comprenderá mejor que mis propios hijos.

Es como una curiosa marcha atrás con forma de segunda oportunidad. Sin prisas, sin agobios, insomnios o madrugones. En resumen : Un chollo. Un chorro de alegría, lo que se entiende por felicidad. Nacerá en pleno invierno.

Me pregunto que siente. Si escucha. Si se mueve ya por dentro buscando la salida. Le espera un mundo complicado. Intentare que lo sepa todo, que escuche, que sienta especialmente, que valore los tesoros cotidianos y que sea una persona diferente. Con esto, falta muy poco para que yo este arriba de todo en la foto familiar. De pronto me doy cuenta de que nunca nos la hemos hecho.

 

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