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Consuelo García del Cid Guerra

del Valor

del Valor

El valor de lo real tiende al olvido como si no hubiésemos vivido nunca de otras formas, y al parecer, lo actual se considera lo normal, resignándonos sin mas en busca de nada, sin camino ni formas. Manifestarse es algo inconcebible, demasiado cansado, y la provocación se ha convertido en nimiedades adoptadas. Falta de intereses personales cuando se acaba el dinero, un ocio forzado que se asume con excesiva facilidad, y el concepto de felicidad se pierde como se ha perdido la pasión. Falta de lectura, ausencia cultural, patrimonio sin bienes, proyectos que jamás han sido fuera de los negocios. No hay ilusiones. Los “problemas”, mas allá del malvivir, tienen un sentido central que gira en torno a las necesidades materiales. El gesto se pierde con la naturalidad y el desgaste de la ropa vieja que ya no es posible renovar por temporadas, porque el tiempo no existe fuera del capital, porque no hay lucha ni protesta, y porque los jóvenes no quieren el bendito tesoro que siempre –se supuso- era su condición. Ayer, una persona que adivino importante, me mostraba a través de su teléfono móvil una magistral pieza de piano que tocaba su hija de trece años. Menudo portento de criatura. Había olvidado lo que es el talento en manos de un adolescente. Esa niña, sin duda conoce la disciplina musical, acaricia las teclas, estudia, insiste y muestra la belleza de su mente conduciendo con dos manos la reproducción de obras maestras cuya historia seguramente conoce mientras aprende más y mas. El saber si que ocupa lugar, lo hace en el hueco intangible del valor y la memoria.

El hombre se deja doblegar y poseer por el miedo. Una generación de Vanessas, Jonatanes y demás nombres que no eran comunes, se ha convertido en lo mas vulgar y adocenado que ha parido madre (entre las que me incluyo). La prisa por llegar, idiomas que no son nuestros y se han hecho fundamentales para acceder a cualquier puesto de trabajo en el que muchas veces ni se habla, la invasión del marketing, dios por excelencia y sin excedencia, necesidades que no lo son, ineptos que podrían ser aptos bajo el derecho elemental a existir, falta de educación, demasiadas religiones con novedad prometedora invertebrada, paraísos por necesidad.

Esa falta de amor probablemente provocada por el puro desconocimiento del honor, la indiferencia hacia el prójimo, el orgullo individual como propiedad visceral tiene presencia en la sangre y en cualquier momento podría verse reflejado en un análisis químico. Se que resulta biológicamente imposible pero ya no es impensable. No me lo creo todo pero si una gran parte de este océano  sumiso. No solo la droga mata. Mataremos los sueños y la imaginación mientras se siga insistiendo en que el vendedor es artista y el diseñador genio al tiempo que nos venden y compramos la moto más cara. Ya no somos más que un margen de beneficio y estadística popular. No se sienten ni se levantan las alarmas . El tiempo se mata. Y no siquiera seremos unos cadáveres bonitos.

 

"Por el pájaro enjaulado.
Por el pez en la pecera.
Por mi amigo, que está preso
porque ha dicho lo que piensa.
Por las flores arrancadas.
Por la hierba pisoteada.
Por los árboles podados.
Por los cuerpos torturados
yo te nombro, Libertad.
Por los dientes apretados.
Por la rabia contenida.
Por el nudo en la garganta.
Por las bocas que no cantan.
Por el beso clandestino.
Por el verso censurado.
Por el joven exilado.
Por los nombres prohibidos
yo te nombro, Libertad.
Te nombro, en nombre de todos,
por tu nombre verdadero.
Te nombro y cuando oscurece,
cuando nadie me ve,
escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Tu nombre verdadero,
tu nombre y otros nombres
que no nombro por temor.
Por la idea perseguida.
Por los golpes recibidos.
Por aquel que no resiste.
Por aquellos que se esconden.
Por el miedo que te tienen.
Por tus pasos que vigilan.
Por la forma en que te atacan.
Por los hijos que te matan
yo te nombro, Libertad.
Por las tierras invadidas.
Por los pueblos conquistados.
Por la gente sometida.
Por los hombres explotados.
Por los muertos en la hoguera.
Por el justo ajusticiado.
Por el héroe asesinado.
Por los fuegos apagados
yo te nombro, Libertad.
Te nombro, en nombre de todos,
por tu nombre verdadero.
Te nombro y cuando oscurece,
cuando nadie me ve,
escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Tu nombre verdadero,
tu nombre y otros nombres
que no nombro por temor.
Yo te nombro,
Libertad."

 

Paul Eluard.

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