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Consuelo García del Cid Guerra

décadas

60, cuidadosamente mal vestidos. Pantalones de campana, botas camperas, anchos jerseys y todo tipo de abalorios. Paz, amor y flores. Melenas largas, lacias, con una marcada raya en medio. Los hombres acostumbraban a llevar camisas de cuadros, entre leñadores y protesta. No se cortan el pelo. Porro, caballo, opio.

70, un poco más de lo mismo pero ya creciditos, los progres no eran tan progres en cuanto tuvieron nómina. Dejaron sus buhardillas para acomodarse en pisos de doméstica sede y querían ser socialmente notables. Alcohol,peyote, antropología. Viva Castaneda.

80, triunfa la industria hombrera. Cosidas o adheridas. Amplias chaquetas, triángulos y aviones por solada, agujas –todavía- en discos de vinilo, el tecno-pop, la música sacra añadida a la arruga bella. Barba guarra, altivas con tacón. Los progres han muerto y los hippies sobreviven entre Menorca e Ibiza. La lista de amigos fallecidos aumenta considerablemente. Extasis.

90, Yuppies, grunge, tribus urbanas. Aquellos que daban mitines en los 60 se han especializado en dirección de empresas, son propietarios, casi terratenientes y despacito, despacito, van girando hacia la derecha. Se afeitan la cabeza. Acido, speed.

2000,  Somos ricos. Descontrol total. Muchos de nuestros políticos están en el trullo. Lo increíble es cierto y lo anormal se normaliza. Las iglesias están vacías y las residencias de ancianos llenas. Esta sí, ésta no, ésta pastilla me la tomo yo …máquina, delirio monocorde, drogas de diseño, la arruga es fea y se elimina en el quirófano. Culto al cuerpo. Se trabaja el exterior pero no el interior. Cocaína. Gimnasio. Nuevos dioses, gracias a Buda.

2010, sálvese quien pueda.

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