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Consuelo García del Cid Guerra

Serena-Mente

Cualquier cambio radical produce un efecto-shock para el que –normal y natural/mente- no estamos preparados. Durante muchos años nos sensibilizó el anuncio de coca-cola, tipo “viva la gente” modernizado al más puro estilo macutero-kumbayá. El folk (sin “clore”), la canción testimonio acompañada de permanente protesta censurada. Autores

encarcelados, exiliados y perseguidos. Desde Paco Ibáñez, Lluis Llach y Ovidi Monitor hemos vivido mucho y aprendido otro tanto. Tele novelas, radio novelas y pañuelos llenos de mocos. Llegaron los culebrones, que no son más –ni menos- que lo mismo pero con infraestructura. Famosos con flor de tiempo que más tarde se convierten en presentadores, azafatas de lujo o tertulianos puntuales. España es el país de los cafés, la discusión y el debate. Sus plumas no representan demasiado ahora si caen en los brazos de una prensa concreta donde se marca el estado, las consignas y demás conveniencias a bulto. Internet, el gran dios inmediato que todo lo sabe, verdades o mentiras, funciona a una velocidad vertiginosa. No podíamos ni siquiera imaginar semejantes avances cuando existían las conferencias telefónicas previamente solicitadas a una señorita que colocaba distintos cables de colores sobre un tablón agujereado. “¿Hay mucha demora?”

preguntábamos.

El portero automático se cargó a los serenos, aquella figura tan hermosa del hombre solitario que paseaba toda la noche con manojos de llaves. Acudía al instante tras escuchar tres palmadas seguidas de la palabra “Serenooooo”.

Avanzamos con prisas sustituyendo personas por máquinas,  mas un tipo de tecnología que parece anunciar paso a paso la muerte del papel y la extinción del documento.

Despertamos a un mundo distinto tras la muerte del dictador ,y los militares perdieron su poder aún tras el intento fallido del famoso golpe de estado. Fuimos cosidos a órdenes y prohibiciones que actualmente se consideran delito. El bien y el mal no cambian por mucho que se le dé la vuelta a un país. Los malvados deben pagar por sus actos aunque haya pasado mucho tiempo. Jugamos con el tiempo sin valorar por completo su significado. Quitamos importancia a lo importante y nos detenemos en exceso ante lo urgente coleccionando chapuzas. Somos los grandes maestros del parche y el zurcido aunque nos zurzan. Nos acercamos a las repúblicas bananeras con la excusa de la crisis. Representamos de forma grotesca a los grandes perdedores europeos, los “quiero y no puedo”, nuevos ricos que han dado paso a nuevos pobres. Ignoro si todo esto tiene arreglo, pero creo que en el fondo es tan simple como ir con la verdad por delante, reivindicando derechos para vivir o morir. Tomar este desastre por cruzada es un inmenso error. Por lo demás, ya pensaré mañana ...

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