NIEVA EN BARCELONA: la ciudad detenida
CuriosaMente la mía, que siempre me pilla en medio de todos los desastres. Por lo menos, que no es poco, me sirve para contarlo. Ayer, justo ayer por la tarde, me pilló la nevada en plena calle. Salía de una reunión para acudir a la segunda, casi al otro extremo de la ciudad, nuestra gran Barcelona, la de las olimpiadas ... Nevaba lánguidamente al principio, pero la cosa prometía. Yo, que odio los paraguas, no llevaba ninguno. Y como -ignoro el motivo- me sucede casi siempre ante situaciones incómodas, andaba con unos taconazos de diez centímetros. Más inocente que un cazo, me quedé apostada en la primera esquina que encontré para tomar un taxi. Ilusa, imbécil, idiota. Ni uno con la luz verde. Pasaban de largo, vacíos, en dirección a sus casas. Vivan los taxistas, señoras y señores ¡ ¿crisis?
¿qué crisis? -como decían los de Supertramp o Pink Floyd, no recuerdo- a la primera de cambio dejan de dar servicio para estar calentitos frente al televisor. La nieve se puso brava. Carajo -pensé- no voy a llegar a tiempo. Busco mi teléfono móvil -no sin grandes tejemanejes para poder abrir el bolso, encontrarlo y marcar un número-. Alucinada me quedo cuando aparece el siguiente mensaje : "SOLO LLAMADAS DE EMERGENCIA". Una señora que se encontraba cerca me dijo : "No funcionan los teléfonos móviles, no hay transporte público y en la radio han dicho que nos quedemos en casa".
Marzo -me digo- 8 de Marzo, día de la mujer trabajadora. Aquí estoy yo, en medio de la nevada, con mi cartera de ejecutiva, más colgada que una ristra de ajos en la puta calle y sin saber qué hacer. Me dispongo a caminar porque no hay otra. El abrigo de piel de castor que me regaló mi tía Consuelo (por cierto, tiene más de treinta años pero me queda de cine)
empieza a llenarse de copos blancos. Las botas se mojan. Resbalo una y otra vez a punto de darme una nata considerable. De pronto, pienso en El Corte Inglés, esos grandes almacenes que detesto, pero que ahora necesito como el aire congelado que respiro: Ahí tienen calefacción, si consigo llegar me quedo un ratillo y sigo la marcha. Todo está blanco, el viento abofetea con dureza y por un momento no sé dónde estoy. Coño, si parezo Heidi. Me río, pero no tiene gracia. Estoy empapada, la melenaza gotea sobre los hombros, no siento los pies pero me duelen muchísimo y no sé si podré continuar. Las papeleras están llenas de paraguas rotos. Aparecen los mozos de escuadra indicando a la gente que se vaya a su casa. Toma del frasco, como si fuera tan fácil. Casi no pasan coches y según voy avanzando a paso de tortuga para no matarme, la gente desaparece y la calle es mía, sólo mía. No llevo guantes tradicionales, estúpida de mí. Con el rollo fashion-bohemio que me caracteriza, lo que llevo son mitones, por lo que las yemas de los dedos se me arrugan, empiezan también a dolerme y no las siento como mías. Manos y pies a tomar por saco. Me cago en la ciudad, en el alcalde, en los taxistas. Una nevada y se paraliza todo, como yo. No puedo quedarme quieta porque es peor. Camino y camino, no veo nada, no encuentro nada ... de pronto me doy cuenta de que estoy hablando sola, cosa que acostumbro a hacer cuando estoy muy cabreada ...
"tercermundistas, eso es lo que somos. Tanta olimpiada y tanta hostia, qué verguenza de ciudad, que no está preparada para una nevadita de nada, esto en Madrid no pasa, y seguro que allí ya habría encontrado un taxi...". Busco la luz de los pocos coches que pasan casi como si de un espejismo se tratara, confundo el verde del semáforo con un verde que no existe ni se mueve, pero lo veo, juro que lo veo, y levanto la mano como una gilipollas manifiesta : Nadie se para. Los mozos de escuadra están poniendo cintas de esas que acotan el paso, como cuando vienen los Reyes, se rueda una película o se ha cometido algún crimen. Encima, no te joroba...encima me limitan la marcha forzada. Van dos horas de reloj más sola que la una y casi convertida en hielo. Qué bonita es la nieve, qué bucólico paisaje, qué sensación de hogar, dulce hogar ...No puedo más pero sigo andando. Tengo que llegar a mi casa, la reunión ya es inimaginable. Mierda de tacones. Paso por una tienda de ropa interior y complementos. Por un momento pienso en comprarme unas medias y calcetines, pero las botas están podridas, tiesas...no serviría de nada. Al fin la calle Aragón. Si consigo llegar hasta el Paseo de Gracia me quedará poquito... pero cada cruce de calle es un lago helado donde se me hunden los pasos. Se oyen sirenas de bomberos. A mi lado, se cae un pobre anciano. Ambulancia que no llega, más nieve, las ocho y media de la tarde, día ocho de marzo, mujer trabajadora. Pringada, que eres una pringada. El presupuesto está mojado, se ha corrido la tinta del logo corporativo y yo estoy ya que muerdo. Llegaré a casa, pero mañana pondré a parir al alcalde...21h, casi en estado catatónico, al fin pude meter la llave en mi portal.
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