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Consuelo García del Cid Guerra

del género Epistolar

 

 

 

 

 

 

Ejercer tus derechos a partir de los hechos está resultando excesivamente complicado. El fallo humano comprensible de una persona física sin sociedad -entiéndase limitada, anónima, civil, etc- es decir, de cualquiera que se encuentre en el paro, por ejemplo, carente de ingresos y pendiente de deudas, ese fallo, digo, acaba convirtiéndose en delito cuando sobre nosotros se aposenta la bestia.
Ese monstruo que todo lo puede y al que se le debe, agrede sin piedad de forma verbal amparado en un servicio llamado "de atención al cliente". Y es que el temita ha cambiado mucho. El cliente ya no tiene razón, es un pringado. Te exigirán facturas que jamás has visto físicamente hablando porque el papel parece que tiende a ser historia e histeria cuando se reclama. Facturas on line, por teléfono, sin una persona "de carne y hueso" que pueda responder, aclarar y explicar en condiciones. Máquinas basadas en lo básico donde no se contempla clima alguno. Acoso, derribo, amenaza. Ahora todo son páginas-pantallazo. Estamos obligados a memorizar contraseñas, inventar nicks, tener más de dos correos electrónicos...y el buzón de toda la vida, el postal, está vacío. Reivindico el puño y la letra.
Con sangre me la entraron y a sangre la reclamo. No he perdido los papeles, es que pretenden eliminarlos de la faz de la tierra. La burocracia, sin embargo, mantiene el asunto cuando se trata de presentar identidades en un país extranjero. Si Camus levantara la cabeza...
Porteros automáticos, contestadores, líneas costosísimas de las que se beneficia una entidad con ánimo de todo lucro, pulse 1, pulse 2 ...y pulsas mientras tu propio pulso se acelera al borde del vértigo. E books, mensajes de texto que destrozan la gramática, la pérdida del documento. Voy a escribir una carta. No sé a quién, pero lo haré.

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