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Consuelo García del Cid Guerra

RAQUEL, RAQUEL...

http://www.youtube.com/watch?v=4d6TRphSl_Q

 

 

 

 

 

 

 

 

No te recordaba porque nunca te olvidé. Tenías la gran fortaleza de todos los robles y la inmensa y quebradiza fragilidad del cristal. Tiesa antes que arrugada. Jamás rendida. Joven, inquieta, libre…aún desde los muros antagónicos que nos acogieron como perdidas, pretendidas, asiladas e internas. Buscando ese lugar en el mundo. Rascando las ideas con la insistencia de un escalador sin sus montañas. Nadando en un mar de dudas razonables. Siempre supe que te encontraría de nuevo. Hay cosas que nunca mueren. Momentos en el tiempo que se suspenden para regresar con la misma intensidad de antaño. Y mira si la llovido, compañera…Mira si el mundo crece olvidando aquel alrededor hoy impensable. Condenado. Ilegal. Pateado en la sombra de este país siniestro donde nuestros ancestros no tienen nada que hacer y muy poco que ver. Ahora somos nosotras las adultas. Ha pasado la vida. Un largo recorrido donde el todo es la nada y sólo cuentas tú, protagonista célebre de tantas circunstancias, de cien mil aventuras, desventuras concretas, olvido y desarraigo, delantal sin sentido, flores para los vivos, onomásticas breves, madres, hijos, maridos…Almanaque temprano con un punto y seguido.

Porque no te he olvidado asisto a este presente. Una foto. Sonríes. Miras de cerca el patio y sus manzanas, la temporada, el tiempo, Noviembre, tal vez Mayo. Estás guapa. Eres bella. Tienes esa presencia de las mujeres sabias que todo lo lloraron. Que aquello que perdieron comprendió un equipaje de caminos estrechos. Un cuaderno. Algún sueño. La vida era una tómbola de luz y de color. Era un punto de cruz encantador. Tanto como lo has sido tú. Rebelde, consecuente, luchadora.

Hubo un día, un lugar, alguna condición. Hubo algo en el aire que se sabía eterno. Esas cosas sin nombre que permanecen dentro, más allá de las almas, cuando aparece el bien.

La esencia imaginada de los cuentos sin hadas. La verdad que se estira le pese a quien le pese. Tus maletas. Las mías. Un billete de ida para tomar impulso. Deseé lo mejor aún desde tan lejos, sin saber de tu rastro. Y ese rostro inequívoco, por muchos, tantos años, me ha dicho que eras tú. Qué suerte, compañera. Bendita la fortuna que realiza un sueño. Sólo uno. Es bastante. Aprendí lentamente que el camino no estaba hecho de rosas, pero que algún perfume me llevaría entonces camino de un presente como si fuera ayer. Ya lo ves, no hace tanto…

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