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Consuelo García del Cid Guerra

EL PRINCIPITO

EL PRINCIPITO

La única princesa del mundo que me cae bien es Estefanía de Mónaco, por gamberra. Letizia me da lo mismo, aunque ayer la tuve muy presente al comprobar su protagonismo en la prensa alemana dada la trascendencia que tiene –al parecer- su nueva nariz. Existe otra –supuesta.Mente- que también se la operó, aunque se la dejaron fatal. Esta –presunta- que no es Sisi –no,no- pero va del  mismo rollo que la monegasca, se biencasó con una especie de Indiana Jones a lo hippie reciclado. Como Pocholo –para entendernos- pero con sponsores, que es –incluso- mejor que tener pasta.  Textual.Mente. En la vida hay muchas formas de dar la vuelta al mundo, pero la mejor es por el morro. Para entendernos:Te lo pagan todo y encima eres agasajado país tras país, recibido con honores de sospechoso consorte, comiendo y cenando como un rey aunque nunca llegues a serlo, porque en cuestión de reinas la cosa es mucho más simple: Por un día –como rezaba el viejo programa- nos lo han prometido a todas de una forma u otra,  incluso te lo juran por un polvo y –aunque suene mal- a la minoría nos da igual, como Letizia, que no quita quita el sueño por y-Real. Al fin y al cabo, polvo eres y en polvo te convertirás (eso es cosa de dios).

Anoche, sin embargo, me lo quitó una historia memorable. No es que la hubiera olvidado, lo que ocurre es que se trata de esas que no se cuentan porque no te cree ni el gato. Yo la creí , puesto que tuve las pruebas ante mis narices –sin operar, por cierto-. La creí y la he recordado cuando alguien me habló del famoso bar Cosmos de Barcelona. Un lugar donde se reúne lo peor de cada casa, y tal vez por eso estaba yo la tarde en que conocí al Jamaca. Iba vestido de salvaje. De salvaje, sí, tal cual lo leen : Prácticamente en pelotas y con una serie de harapos cosidos a pieles que le colgaban de la cintura. Su aspecto impresionaba tremenda.Mente, pero cuando dijo que era un hombre-estatua de Las Ramblas me quedé mucho más tranquila. El pobrecillo no quería otra cosa que un bocadillo, de modo que le invité. Cuando le dices a alguien “pide lo que quieras”, se asume una enorme responsabilidad. Jamaca llevaba un pequeño bolso con papeles arrugados que puso sobre la mesa. Estaba en la calle. Con las monedas que conseguía como estatua no siempre le llegaba para pagar la pensión. Tenía hambre, y mucha. Delgadísimo, alto, con una melena hasta el hombro que no se habría peinado desde el día en que se parió a Panete. Nativo de la isla de Pascua, donde apareció un barco lleno de gente vestida de aventura pero con jeta. A lo Coronel Tapioca, que en paz descanse (lo digo porque la tienda ya ha cerrado, será la crisis, no estoy segura). Esa gente ofrecía trabajo en la tripulación del barco a un grupo de nativos que no dudaron en aceptar. Así formaron parte de una curiosa tripulación con un contrato de trabajo firmado durante algunos meses, pero no cobraban. Ni un euro. Les prometieron que al llegar a Marruecos se lo abonarían todo, pero no fue así. Les dejaron colgados, pero en un hotel de cinco estrellas, a cuenta de Moha6, amigo –supuesta.Mente- del responsable de la expedición. La que liaron en el hotel no tuvo desperdicio.

Fiestas, música, desorden y desenfreno. En fin, lo normal cuando no se cobra pero estás contento. Final.Mente, el director le dio puerta, pero de la chunga. Es decir, los puso en la puta calle. El bueno de Jamaca no paraba de hablar.  Sacó los papeles del bolso y dijo: “Es que una persona que los ha visto me ha dicho que con esto puedo salir en la televisión”.

Ante mí tenía una serie de fotos, un contrato de trabajo y un autógrafo.

- ¡¡Hostia¡¡-exclamé.

-Pues sí. Lo mismo dijo esa persona : “Hostia”, pero no quiso ayudarme.

Allí estaba Jamaca, rodeado de reyes y princesas legendarias –presunta.Mente- una de ellas con los agujeros de la nariz más grandes que la boca del metro, otro aspirando un material blanco que no supe identificar, todos en bañador, felices, ricos y despendolados.

-Es que esto no lo va a querer publicar nadie y te vas a meter en un lío muy gordo.

-No me toques los huevos…

-Que no es eso, Jamaca, que no es eso…yo te ayudaría, pero no conozco a nadie que esté dispuesto ni siquiera a proponerlo…

Desapareció como había llegado. Una especie de Tarzán anoréxico atravesaba Las Ramblas vestido de salvaje. Su espalda parecía estar a punto de quebrarse. Y yo creí durante algunos minutos que nunca más se me encajaría de nuevo la mandíbula, porque me quedé boquiabierta.

Que cada uno lo interprete como quiera. En realidad no es más que un cuento.

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