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Consuelo García del Cid Guerra

Limpieza

Limpieza

La limpieza entraña grandes y graves significados. Se supone que hay algo sucio. Se juzga impresentable y se actúa en consecuencia. El truco de esa acción poco tiene de mágico. Ayer, la manifestación espontánea en la Diagonal de Barcelona, partía de un joven que se sentó en el suelo. Fue seguido por otros y más tarde por muchos, hasta reunir quinientos. Suma y sigue. Las hostias catalanas lanzadas por sus mozos de cuadra no tienen desperdicio. Ordenados, azules, grandes y fortachones. Sólo cambia el color.Nada de esto es humo. La prensa oficial manipula noticias a su antojo mientras insiste en llamar “perroflautas” a todos los acampados, cuando la media de edad se estima en treinta: Arriba, abajo, de todos los colores, en su debe, haber y saldo. Rojos, pobres, indignados. Parados, pero no quietos, ojito al dato: Tenemos todo el tiempo del mundo para estar en la calle. Se nos ha negado el derecho al trabajo, a la vivienda, al pan. Franco lo dejó todo atado y bien atado. Las consignas fascistas se reproducen disfrazadas de imperio controlado, saneamiento, imagen, mentiras, publicidad, marketing, atajos y carreteras. Aquí nadie es inocente, pero tampoco imbécil. Los nuevos dioses no nos sirven de nada. Que medite su madre y lo asuma su padre.

La nuestra ya no es una edad media. Corría yo como las liebres delante de los grises. Tenía el paso firme y una fuerza tremenda. Conocía una a una las calles del barrio gótico. Sabía dónde acotar, esconderme o trepar. La edad no es una excusa: Puedo correr despacio con gran intensidad. Sabré barrer mis restos como huelo la pólvora y la fuerza maldita de ese aire forzado que envían sus pelotas. Bala. Goma. Nos herirán lo mismo. Sólo cambia el color. Manos blancas no ofenden, pero puedo ofender yo.

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