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Consuelo García del Cid Guerra

HERIDA

HERIDA

                               Todos tus amigos están locos

 

            “La gente herida es peligrosa, porque sabe que puede sobrevivir”

                      ( Juliette Binoche a Jeremy Irons en “Herida”)

 

Y os dije que allí donde se precisa lo imposible, están ellos. No esperan a nadie porque han dejado atrás lo conveniente. Sus ropas son prestadas, o bien mal recogidas de una calle cualquiera donde el amable orín dejó un atajo por donde caminar sin mojar suelas. Parecen abandonados y están tiesos. Sus manos de bolsillo y esos bolsillos limpios de monedas, ni siquiera las justas por una llamada rápida de auxilio. Para comer, lo justo. Para su sed, el agua. Para beber un vaso de agresiva ginebra. Con el estado a cuestas, ganadores de un limbo que aún no se sospecha. No conocen balcón, ni piso propio. Echados sobre céspedes floridos, florecidas sus carnes, aplastado el tabaco. Un pitillo planchado que habrá sido redondo se ríe del presente, éste que no acompaña, se pasa, únicamente al lado de quien no te pregunta, del que no sabe nada. En un tiempo reciente me abrazaron. No juzgaban mi aspecto ni hablaron de un fracaso que no les era ajeno. No me dieron consejos. No salpicaron nada sobre lágrimas negras y cejas despeinadas. Les regalé billetes de autobús y de trenes. Algún avión de vuelta cuando perdidos antes suplicaban abrigo. También algún dinero, el justo hacia un estómago que requería sólidos urgentes. Qué hermosa está la luna. Cómo amenaza lluvia toda esta intemperie. Pasaré por los antros donde sé que me quieren. Te contaré las pecas. Escucharé de nuevo aquella larga historia donde has sido importante. No sabes que aún lo eres. Traslados, guardamuebles. Espacios tan pequeños como un dedal de barro donde todo se ensucia y las uñas resienten tu aspecto de cobarde. Vestuario de muertos que todo lo dejaron. Restos de algún adagio resistente a epitafios. Nos entierran a todos, afirma el ignorante. Sobreviven por sabios e indigentes. Una manzana ácida no resiente la encía. Las caries amenazan. La úlcera divina. Y aquella intervención que te dio un techo breve por donde reposar tantos inviernos.

No estás perdido. Es cierto. Soy yo la enajenada.

 

 

http://youtu.be/tmpbEUlCIOY

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