LA DROGA MATA
Es evidente que el consumo de una sustancia tóxica no actúa sólo contra uno mismo. La droga mata. Normalizar el asunto porque lo hace "todo el mundo o mucha gente" cuando le viene en gana, no es argumento alguno para justificar el daño a terceros. Daños que pueden acabar con la vida de otros, porque "no sabía lo que hacía, es un enfermo, un drogadicto". La libertad individual acusa cuando se limita la de otro. Cuando los tiros del cocainómano alcanzan una locura extendida hacia todo su entorno por sus cambios de humor, sus ataques de ira, de pánico, de nervios. Cuando se miente, roba, se agrede y se mata bajo sus efectos. Cuando es necesaria para levantarse, trabajar, relacionarse, mantener relaciones sexuales, hacer negocios o divertirse. No es mi intención criminalizar al drogadicto, puesto que lo hace él solito. Los que acaban presos tras cualquier delito, ya sea pequeño o grande, pasan de ese supuesto placer extremo al infierno inmediato. Lo saben. Atrapados en las garras de un diablo consentido del que no saben salir por sí mismos, acaban pidiendo ayuda cuando llegan al fondo del pozo más negro. Cuando, abandonados por todos, pierden su lugar en el mundo y su razón de ser y existir. La cocaína es la droga dura más normalizada, el cocainómano desprecia al heroinómano por su aspecto de víctima draculina asocial, marginal y sucia, aunque yonkis lo sean todos. El maldito polvo blanco se relaciona -todavía- con el éxito, el lujo, los eventos, el espectáculo, las reuniones, el trabajo. Como si formara parte de un gran dossier social digno de ser presentado en cualquier lugar y ante cualquier persona, porque se cuenta con ello tanto como con la copa obligada de alcohol. Brindar con agua es prácticamente de mala educación, la insistencia con que se somete al abstemio para que beba "una lágrima , el agua da mala suerte", es casi grosera. Vivimos rodeados de drogas socialmente bien vistas y ponemos el grito en el cielo cuando se producen sucesos como el de Extremadura : cinco niños muertos debido al consumo de un conductor toxicómano. La droga está en todas partes y la normalizamos cuando la resaca nos hace gracia en lugar de sentir verdadera lástima o verguenza ajena. Cuando se asume el bajón de quien nunca debió haber descendido tanto. Cuando escuchamos decir lo del "medio gramito" por una noche de guasa como algo con lo que se cuenta. Del craso error al horror va un accidente, y cuando éste se produce nos rasgamos las vestiduras. Decir "no, gracias" puede que incluso sea ya insuficiente mientras acompañamos en el sentimiento.
0 comentarios