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Consuelo García del Cid Guerra

MARTIRIO DEL SETTECENTO

MARTIRIO DEL SETTECENTO

 

 

 

 

 

 

Todas mis amigas son muy inteligentes. Todas, sin excepción. Rebeldes, locas, auténticas, bohemias, radicales, apasionadas ... íntegras por sí mismas. Se pasan por el forro las normas establecidas, atacan al sistema y se plantan con un par ( o - varios) en los juzgados, ante la policía o en el mismísimo Congreso de los Diputados. Tres de mis grandes amigas se afeitaron la cabeza, cada una en su momento. Y no precisamente por emular a la O Connor. La primera, a modo de homenaje a una amiga común, asesinada por su marido. La segunda, como acto de protesta contra los servicios sociales, que le han arrebatado a su hijo. Y la tercera, por pura necesidad (sobran palabras).

Ellas, adorables donde las haya, y tal es mi suerte -puesto que las tengo-, se ríen de lo divino y lo humano cuando -por azar- se encuentran en algún tipo de situación completamente ajena a su esencia. Y eso es exactamente lo que sucedió durante una cena pija, muy pija, en Italia. Las invitadas, desconocedoras del estúpido protocolo que en ocasiones activan algunos anfitriones tan forrados de pasta como aburridos, se sentaron en una mesa muy larga (quizá por lo corto de las conversaciones) mientras sonaba música barroca.

Al parecer, la mayoría de los comensales no hablaban de otra cosa. El pan, situado en una mínima bandeja cuidadosamente colocada, tenía forma de ocho, y no debía comerse sin ser partido en dos, entregando la mitad al eventual compañero "desconocido". Y es que la distribución al respecto se montó de la forma siguiente: Un "conocido" a la izquierda, y un "desconocido" a la derecha, con la supuesta intención de "socializarse" en un par de horas, puesto que la ceremonia no daba para mucho más. Así, sin que mis amigas fueran informadas de semejante montaje, se comieron el ocho (dicen que estaba buenísimo) de una pieza, sin partirlo por la mitad -tipo panes y peces de esos que se saltan todo mandamiento, ya que cambian de religión como se cambia de piso : son budistas- , y una vez comido el pan, fueron alertadas de su inconsciente error mientras continuaba sonando música barroca. Los platos, de esa cocina de autor que contiene un minúsculo círculo de viandas varias con salsas de colores hábilmente pintadas, también estaban buenísimos. Pero la cosa era insoportable. Mujeres de mechas rubias y bolso sobaquero, presuntas eruditas del Vuitton, Hermés y demás marcas, amantes del spa y de los maridos de sus "amigas", adoradoras del mar con yate, enciende- velas sin meditación, y parte de una santería cutre y malograda por puro desconocimiento, además de sin fín de topicazos tan sumamente suyos que ni siquiera resultan exportables. El compañero "desconocido" de una de mis amigas, le hablaba sin cesar de música barroca. Y en un momento determinado, preguntó :

-¿ Y tu músico favorito,cual es ?...

-Martirio del Settecento -respondió ella.

-¿Martirio del Settencento? ... Qué interesante...nunca había oído hablar de ella.

-Española, muy española- agregó mi amiga.

Mientras nos lo contaba, llovieron las carcajadas. En esa reunión -muy íntima- éramos cuatro : Una tarde inolvidable en la que nos preguntamos -todas- cómo se habría quedado la cara de aquel acompañante "desconocido" (con el que no llegó a socializarse), mientras buscaba en google a Martirio del Settecento.

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