DOBLE O NADA
Seguir a un actor de culto no tiene ningún mérito. Se admira con idéntica intensidad que una obra de arte, buscas sus trabajos, que - en ocasiones- salen a tu encuentro cuando menos lo esperas, y un teatro lleno a rebosar lo dice todo.
Domingo por la tarde : "Doble o nada", los actores literalmente a pie de público, sin telón, como se exponen las vísceras y su historia, en cueros vivos, atrapando de principio a fin.
Una interpretación extraordinaria por ambas partes, el poder hecho pulso, donde se alza la lógica y te aplasta en su último momento, porque el final no se adivina por muy empresaria que una haya sido durante un cuarto de siglo. El mundo de la empresa frente al ser humano, ese que no es ni se sabe más allá de la propia ambición, donde se quiebra todo principio. El marketing, que si tuviera forma física yo sería su asesino, encierra escenas tan reales como las contempladas, en manos de un dúo soberbio por excelencia,
"Doble o nada", debería ser forzosamente obligada en todos los Esades, escuelas de negocios y universidades privadas, cuyo alumnado recién nacido tiene tanto que aprender antes de convertirse en esos grandes teóricos que confunden realidad con ficción, moviéndose por papeles, cifras y resultados mientras dejan demasiados cadáveres en el camino. Porque la verdad, al final de todo camino, siempre aflora.
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