TREN DE NOCHE A LISBOA
De ella dijo Jeremy Irons que era de las pocas actrices humildes, sin aires de diva y con una portentosa capacidad para asumir su propia historia . Tan enigmática como excelsa, sus variopintos papeles la colocaron - seguramente- , donde quería estar. Hay algo en la mirada de Charlotte Rampling que atrapa, pese a esos párpados caídos por edad, avanzando a grandes pasos, mucho más allá de su propia belleza. Tiene ese misterio irrepetible de la hermosura crepuscular que jamás alcanzará la senectud - real o imaginada- , lejos de la pantalla. Por ella se abre el telón sin esperar aplausos, actúa como si de la última obra se tratara, y el negro parece ser su definitivo color.
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