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Consuelo García del Cid Guerra

SURF

SURF

Intentando apurar los últimos rayos de sol en otoño, me he acercado andando hasta la playa.

La ciudad está preciosa, Barcelona es un lugar cosmopolita y conserva su magia, siempre cambiante, pero magia.

El mar estaba bravo.Unas olas enormes rompían con furia estallando en la orilla.Era un espectáculo memorable.Me he sentado en la arena.Muy lentamente, y de uno en uno, han empezado a llegar los surfistas.Los había visto algunas veces, pero nunca con el sufuciente detenimiento.Llegan de uno en uno con la tabla bajo el brazo.Apenas hacen ruído, parecen indios.

Se colocan el traje de neopreno,negro, muy despacio.Hacen algunos ejercicios con los brazos y se lanzan al mar.En pocos minutos he contado más de treinta.Todo sucede en silencio.No hablan demasiado entre ellos.Son en su mayoría jóvenes, no más de treinta y cinco, como mucho.Tanto hombres como mujeres.

He permanecido más de tres horas mirando a los surfistas.Pelean con las olas, se las comen, entran una y otra vez, se caen, se levantan y buscan de nuevo la ola.El espectáculo era tan hermoso que he marcado el número de Lola por el móvil para que escuchara el ruído de las olas, pero no había cobertura.

Los surfistas son una mezcla de indios y toreros, algo muy desconocido para mí.El mar es un mostruo plagado de fuerza y de maravillas contra el que se estrellan sin descanso.Una ola dura poco más de cinco segundos.

Todos buscan la ola perfecta.

 

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