ladran, luego cabalgamos.
Lo que dicen de mí lo sabe el cuento
Jamás contado a nadie porque sí
Lo saben los de cerca , los más viejos
Los que quedamos sólos y sin luz.
Aquellos que ganamos durante corto tiempo
Flaco favor eterno grabado para el resto
Terco sobre la envidia del peor.
Lo que dicen de otros yo ya no me lo creo
Lo que veo lo admito sin preguntas
Requiebro
Escribo, en fin, perdiendo conclusiones
Dependiendo del fuerte y haciendo frente al norte
Firmando sin temor al compromiso
Lo que digo se sabe, no se sabe quién
Dijo
Qué hice, dónde estaba, con quién, por qué
Ganamos y hasta cuándo nos perdimos
en un pulso agotado por la apuesta más fuerte
por el tiempo suicida de alcanzar y seguir,
de tentar a la vida y tentar a la suerte
de mantener el tipo sin mentir .
Yo he mostrado las cartas y nunca me creyeron
Se rompió la baraja mientras crecía el celo
Se celaron los pájaros, los cuadros y los cuerpos
Desearon tener lo que nunca tuvieron
Juzgaron y dijeron lo que todos escuchan.
Yo tuve un amplio templo donde mi socio,
Muerto.
Yo levanté una flor, no perdí tiempo. El
sabe de lo que hablo, y lo mantengo quieto
Yo le echo de menos tanto que no puedo
Recordar sin llorar, llorar sin recordarle
Dí todo lo que tuve, todo lo que existía
No me importó parar ni cuestioné los días
aprendí siendo niña que queda lo que importa, que la razón de ser no va sobre los nombres
que un nombre se construye, calumnia, se marchita, representa, diluye, corrige y siempre aumenta
sobre tiempo postizo, cuando la gloria muerta
antes que el nombre, un hombre.
Consuelo García del Cid Guerra.
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