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Consuelo García del Cid Guerra

ladran, luego cabalgamos.

       

Lo que dicen de mí lo sabe el cuento

Jamás contado a nadie porque sí

Lo saben los de cerca , los más viejos

Los que quedamos sólos y sin luz.

Aquellos que ganamos durante corto tiempo

Flaco favor eterno grabado para el resto

Terco sobre la envidia del peor.

Lo que dicen de otros yo ya no me lo creo

Lo que veo lo admito sin preguntas

Requiebro

Escribo, en fin, perdiendo conclusiones

Dependiendo del fuerte y haciendo frente al norte

Firmando sin temor al compromiso

Lo que digo se sabe, no se sabe quién

Dijo

Qué hice, dónde estaba, con quién, por qué

Ganamos y hasta cuándo nos perdimos

en un pulso agotado por la apuesta más fuerte

por el tiempo suicida de alcanzar y seguir,

de tentar a la vida y tentar a la suerte

de mantener el tipo sin mentir .

Yo he mostrado las cartas y nunca me creyeron

Se rompió la baraja mientras crecía el celo

Se celaron los pájaros, los cuadros y los cuerpos

Desearon tener lo que nunca tuvieron

Juzgaron y dijeron lo que todos escuchan.

Yo tuve un amplio templo donde mi socio,

Muerto.

Yo levanté una flor, no perdí tiempo. El

sabe de lo que hablo, y lo mantengo quieto

Yo le echo de menos tanto que no puedo

Recordar sin llorar, llorar sin recordarle

Dí todo lo que tuve, todo lo que existía

No me importó parar ni cuestioné los días

aprendí siendo niña que queda lo que importa, que la razón de ser no va sobre los nombres

que un nombre se construye, calumnia, se marchita, representa, diluye, corrige y siempre aumenta

sobre tiempo postizo, cuando la gloria muerta

antes que el nombre, un hombre.

Consuelo García del Cid Guerra.

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