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Consuelo García del Cid Guerra

credo

 He creído en la luz hasta cuando no era
 Ni camino ni guía ni salida
 Siquiera.
 He seguido hacia atrás buscando una costilla
 Los agujeros rotos, los sacos de fracaso
 Las quimeras del rato en que todo caía
 Por encima de todo, las lágrimas y el número
 Necesario al instante para recuperar
 Ese lugar pequeño entre la vida
Esa forma privada de apostar.
Me decían : Tú puedes, lo hiciste muchas veces
 Tú puedes ahora y casi lo puedes, ya,
Sube al potro cansado de todo lo imposible
Cárgate en la pistola ese fuego de más
 Cuéntales lo que sabes, lo que engañas, el todo,
 De tí evita ese nombre por detrás del telón
 Háblales sin parar, sigue en tu línea, borra,
 Marca esa carta, otra, por la siguiente. Más.
 Hoy he visto la luz que retirábamos
 Y al sastre del delito que me enseñaste a ver
 Sin mirar el perfil ni preguntar a nadie
Cuando sólo tu y yo entre el mundo y sin sábanas
Cuando sólo eras tú. Cuando te amaba yo.
 Cuando todos los días nos marcaban las horas
 Cuando se acabó el tiempo
Cuando tu brazo enfermo se enredaba en el mío
Cuando te obligué a ser
Cuando me derramaste
Cuando sólo era yo. Cuando tu lengua rota
Cuando nada contaba excepto amanecer
Cuando el efecto muerte se deshizo en el lodo
Cuando me caí yo
Cuando me preguntaban si tú eras mi esposo
Cuando tú asegurabas que yo era tu mujer.
De todo aquello queda una cuartilla breve
Ya sabes, esos papeles gruesos que te dicen adiós
Dos fechas, tu nombre en letras negras, como un himno
Y ese toque de queda , tu memoria, mi vida,
La tuya que fué nuestra sin carne derramada.
Quedó pendiente un vals y el resto, incluso
De una conversación .
Hoy he visto el regreso de los pájaros pegados al calor
A medias el otoño , y aquel gesto
 En tu mano cubriéndote del sol. Sé que has llegado.
Esa íntima luz , inevitable, es mía. Es mía, y la
conozco sólo yo.
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